A mediados de 2015, terminando el sábado un culto de oración, la madre de mi esposa, Biria Legrá jardines, presidenta presbiterial y local de las Damas, durante nuestro pastorado en el Templo “Palabras de Vida” en Santa Amalia, Asambleas de Dios de Cuba, me contó una visión que tuvo. Me dijo:
Oí súbitamente muchos gemidos y lamentos; vi como que una neblina lo envolvía todo, y dentro de ella vi a muchas personas que morían, de todas las edades; eran tantas que no había cabida en los cementerios, y no los ponían en cajas porque se habían agotado; los echaban en bolsas de nylon, hacían zanjas, y los echaban ahí, como si fueran piedras. Las personas que hacían eso, estaban vestidos de blanco, con guantes y botas blancas también, y una enorme mascara que casi le tapaba el rostro, con grandes espejuelos; apenas se les veían los ojos. Sus cabezas estaban muy bien cubiertas, todo de blanco. Ellos cogían los cadáveres y los echaban en la zanja, que era inmensa de largo. A un extremo, distante, se divisaba el hospital, de un verde claro; apenas se veía por la neblina que había. Ellos echaban los cadáveres y luego los cubrían con mucha cal, y después con tierra.
De repente oí una voz que decía: “Pueblo mío, clamen por sus familias; viene una enfermedad incurable, y matará a muchos, pero si mi pueblo ora, clama y se humilla, yo los libraré de ella. Clama, ora y humíllate, pueblo mío”. Eso fue todo.
Le escuché en silencio. Siempre he respetado mucho una revelación, pero me parecía tan extraña… “Hay tanta tecnología hoy día, que cuesta trabajo pensar que una mortandad, por grande que sea, cree un estado así, de insuficiencia en camas de hospital, y ataúdes… Bueno…, oremos para que se esclarezca la visión”, recuerdo que le dije.
Ahora, que veo el panorama causado por la pandemia de COVID-19 en Italia, España y Ecuador, regresa a la memoria aquella visión que resultó tan extraña y difícil de cumplir. En este último país suramericano las personas caen muertas en la calle, y pasa mucho tiempo antes de que los puedan recoger. Leí ayer, en el espacio on line Cubanos por el mundo: “Un deportista cubano de nombre Antonio Cárdenas Sosa falleció por el nuevo coronavirus COVID-19, hace seis días en Guayaquil, Ecuador, y a la fecha, su cuerpo no ha sido levantado” (1). El Dr. Eugenio L. Negrete Torres, entrañable compañero de curso, se encuentra allí; le escribí para verificar si la noticia era cierta. Él y su esposa la confirmaron.
Consultando con Biria Legrá acerca de aquella visión, ella le escribe a mi esposa:
Hace apenas tres meses, atardecía ya, y estaba orando en mi cuarto, cuando vuelvo a oír esos gemidos, con gritos, y un murmullo muy grande, de muchos, y de repente veo muchas, muchísimas personas muertas en el suelo. Yo, en el espíritu pregunto: “Señor, ¿qué es eso?” Oí nuevamente aquella voz que hace años me habló, decirme ahora: “Esos son muertos; son muchos. Ora por México”.
Desde entonces no dejo de orar por ese país, y por todos los emigrantes, niños, jóvenes y ancianos, que están a la deriva en ese lugar. Hasta hoy sigo orando, para que, por el mundo entero, Dios, en medio de la ira, se acuerde de la misericordia. Eso es todo muy triste y horrible; ya no me cabe el dolor en el pecho al ver como esto se está cumpliendo…
Las profecías son más literales de lo que, a veces, uno se imagina. Cinco años transcurrieron para que aquella visión tuviera sentido para mí. Su cumplimiento está siendo literal. No debo decir que la menosprecié, solo que no le vi un camino posible de cumplirse…, hasta hoy. Por una dirección, o por otra, se hacen pertinentes las palabras bíblicas: “No menospreciéis las profecías”. (I Ts. 5:20).
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(1) Lorena Urbina. Cubanos por el mundo. “Muere un cubano por COVID-19 en Ecuador y su cadáver no ha sido levantado luego de seis días”. https://cubanosporelmundo.com/2020/04/02/muere-cubano-covid-19-ecuador-cadaver-6-dias-sin-levantar/?fbclid=IwAR2VIEjAMBdwTAkiWoeZjHf3HbbLeC4A59MNJaIab1f9AtGMSbfgx8jQcrY Publicado: 1 de abril de 2020. Accedido: 2 de abril de 2020, 7:00 PM.
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