“…como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin...” (Jn. 13:1 c, d).
El Miércoles Santo es un día de silencio bíblico. No hay nada sugerente acerca de él. Los estudiosos suelen llamarle «día de reposo».
Mientras más cercano está del Señor el momento de la cruz, más estrecho es el cerco en torno a Él. Finalmente quedará a solas con los suyos. El miércoles ya Él no aparece en el Templo; las discusiones públicas con los judíos han quedado atrás. ¿Dónde está el Señor? Tengo una sola respuesta: está con los suyos; “…como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin...” (Jn. 13:1 c, d).
Últimas instrucciones; palabras de fortaleza; oraciones y revelaciones personales. Son horas en que les dará los últimos abrazos, como colofón de su más grande legado, que fue su amor.
Del otro lado está la humanidad del Señor. ¿Sabe?, vi mucha gente morir; en algún momento de aquellas horas tristes, aprendí que, cuando uno se sabe cercano al momento de la partida, solo desea estar con las personas que ama. Jesús debió sentir la necesidad del amor de ellos. No juzgue precipitadamente a aquellos hombres; es verdad que llegará la hora en que, presiones que no son de este mundo, les dispersarán, pero ellos han hecho hasta allí todo lo que pudieron para no abandonarle, y con pocas expectativas de sobrevivir, le siguieron hasta el corazón mismo de Jerusalén. Juan estará al pie de la cruz…
Vienen momentos muy difíciles, y aquel tiempo de recogimiento es necesario. Otras veces lo tuvieron. Alborozados, regresaron un día los discípulos, tras ser enviados de dos en dos, por todas las aldeas. Los enfermos habían sido sanados y los endemoniados era libres de su azote. Jesús les dijo: “…Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco…” (Mr. 6:31). Nunca debemos desestimar los tiempos de reposo con el Señor. De esas horas depende la obra de toda una vida.
Vivimos momentos de encierro claustrofóbico. Para mucho es un tiempo improductivo, cargado de tedio. Campea una pandemia que no respeta fronteras ni culturas. Hasta hoy, 7 de abril de 2020, se reportan 1.430.453 seres humanos alcanzados por ese devastador mal. El mundo lamenta la muerte de 82.133 personas; los cuerpos de las más de ellas no han podido siquiera ser despedidos por sus familiares. Estados Unidos, primera economía del mundo, el país que se esperaba pudiera enfrentar con mayor capacidad de respuesta este mal, pese a sus inmensos y meritísimos esfuerzos, lamenta hoy la muerte de 12.907 personas, con 399.081 afectados (1). Desde hace más de tres días las cifras de muertes diarias superan la barrera de las 1000 personas. La gente está aterrada. Muchos no salen de sus hogares; permanecen en el más completo encierro.
Los que esperaban una intervención divina en pro de la celebración mundial de Semana Santa, se sienten sorprendidos. Este año, Jesús no ha querido ver a tantos andar por los caminos del total irrespeto que muestran al recuerdo de Su crucifixión y muerte. En ocasión de este solemne tiempo muchos gobiernos, con nobleza, establecieron días feriados. Entonces todos se van lejos, a la búsqueda de acogedoras playas en lejanos litorales; de ropas nuevas se llenan los armarios; los autos ruedan veloces a otros estados donde esperan gratas compañías…
Cuidé una iglesia, no diré dónde. Llegó Semana Santa, y con ella mis expectativas de un tiempo solemne y memorable, y un culto matutino de resurrección, con Santa Cena en la Escuela Dominical. Se organizó todo con una precisión casi monástica. Me propuse marcar para bien la vida de mis hermanos. Por treinta años lo hice así. Llegó el Domingo de Ramos. Nadie llegaba… Pronto descubrí que el líder de alabanza se había ido de excursión familiar a un estado lejano, con toda la familia; el anciano principal siguió un camino similar. La tesorera se fue a la playa con el esposo; subió a Facebook las imágenes de aquella jornada, en la que exhibió todas las sinuosidades de su anatomía, con el menos casto de los trajes de baño. El resto no pude definir a dónde fue. No le pregunté al Señor, para no herirlo… Nos quedamos casi solos mi esposa y yo, en lo que fue la Semana Santa más triste de mi vida.
Quieren una intervención divina para Semana Santa. No; Jesús no quiere ser recordado así…
A solas con sus discípulos vive el Señor las últimas escenas antes de la crucifixión. Él quiere estar con ellos, en un tiempo precioso de recogimiento. Quiero pensar en puertas cerradas, y minutos de quieta reflexión; momentos en que ellos vivirán bajo la más noble influencia que de Cristo recibieron siempre, que fue Su amor.
Quiera Dios que le des a estos días de encierro la importancia que tienen. A solas con los tuyos, puedas verlos jugar, y comer; mirar fotografías, y reírse de los graciosos cambios que hace la vida; cantar, cocinar, vivir… No tienes que dejar de hacer eso para recordar a Aquel que murió por ti; pero alguien que sufre y muere en límites indecibles como lo hizo Él, debe ser recordado con solemnidad. La memoria de aquella hora tiene que ser santificada en el pensamiento. No, Semana Santa no es tiempo de ligerezas y lontananzas. Tal vez el Señor Jesús nos lo esté enseñando esta vez. Puede ser que venga por su Iglesia el Viernes Santo, en ocasión de la memoria de Su crucifixión, o el domingo de resurrección. Solo Él lo sabe. En la tal hora, muy cercana ya, Jesús te encuentre en la actitud de las vírgenes prudentes que esperaban al esposo, y llevaban consigo suficiente provisión de aceite (Mt. 25:4). Así sea.
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(1) Coronavirus COVID-19 Global Cases by the Center for Systems Science... https://noticiasgeneracionnews.com/index.php/2020/03/28/mapa-de-coronavirus-en-el-mundo/ Publicado: 7 de abril de 2020. Accedido: 7 de abril de 2020.
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