«Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle» (Mt. 2: 2b). Fueron las palabras de los magos del Oriente a su entrada en Jerusalén. Era el testimonio más ferviente del nacimiento del Cristo Rey. Ellos vieron el inusitado fulgor del astro incomparable y vinieron desde la lejana Persia. Salvaron la distancia inmensa que les impuso aquella geografía y anduvieron todo el inhóspito desierto. A más de esto, si ellos hubieran vivido en Australia o la China, desde allá habrían venido también.
¿Dónde pasarás la celebración mundial de la Navidad? ¿Dónde estarás durante el recuerdo del Día en que Cristo vino desde una distancia mayor a la recorrida por los magos para unirse a nosotros? ¿Dónde estarás hoy? Cómo olvidar el día en que la celebré en un Templo vacío. Mucho se fueron a las playas de Florida…
Los que están lejos del pueblo de Dios en un día así, tiene solo una de dos razones: nunca han visto la estrella, o ya la perdieron de vista.
Los magos del Oriente condenarán a muchos, porque ellos vinieron desde los más lejanos parajes movidos por el brillo estelar de aquel punto célico en que discernieron el más extraordinario nacimiento de toda la historia: Cristo Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, Salvador y única esperanza de todos los hombres.
A todos los que estarán conmigo y con el pueblo de Dios hoy, a ellos: Feliz Navidad.
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