Sí que fue grande la distancia recorrida por los magos del Oriente. Ellos vinieron desde la lejana Babilonia, quizá desde Persia. Anduvieron diligentes cruzando el inhóspito desierto en una travesía que costó semanas de ingente peregrinar, hasta el conmovedor minuto en que la estrella que les guiaba se detuvo. Allí estaba Jesús.
Sí que hay distancias grandes separando al hombre de Dios. Alcohol, drogas, desvergüenzas, perversiones, todas alejan como irremediables simas a la caída raza humana de su santo Creador. Por eso vino Jesús. En Él, Dios se puso al alcance de los hombres. Ya no es insalvable la distancia. No importa dónde usted se encuentre o en que punto de su historia de vida cayó; solo levántese y venga a Él. Como esperó a los magos del Oriente, aquel que nació en el pesebre te espera a ti también.
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