Hoy lo leía: «La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón» (Pr. 19: 3). Hoy lo leía en los Proverbios. ¡Qué verdad tan grande! Vea el espectáculo de un mundo caminando festinado los peores rumbos, conscientes del mal que hacen y lo mucho que se deshonran. Vea a la gente dando rienda suelta a las peores explosividades de ira, emprendiéndolas contra el inocente. Véalos alcoholizados, drogados, gastando el breve tiempo de la existencia entre conductas autodestructivas que acarrean a la corta daños, muchas veces irreparables a sí y a los demás, para entonces volver la mirada al cielo, culpando a Dios de todo el mal.
Nuestra insensatez destruyó el mundo: transfiramos la culpa a Dios. Ya el 17 de enero de 1918, un pelotón militar ruso lo fusiló. Al amanecer de ese aciago día lanzaron descargas contra el cielo a fin de ejecutar al máximo culpable.
No hay verdad mayor. Lo será cada vez más en la medida que nos acerquemos a los tiempos del fin: «La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón».
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