«Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?» (Pr. 20: 6). Era el lamento querellante de Salomón. Lo pronunció en tiempos en que un hombre moría por su palabra y la gente creía en juramentos y pactos.
¿Qué diría el exaltado rey de llegar a vivir hoy?
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