Terminando hoy de leer el Antiguo Testamento, una vez más. No hay palabras que recojan la dimensión de enriquecimiento que significa recorrer las páginas del santo libro una y otra vez. No debiera llamarse Antiguo, mucho menos Viejo. Es tan actual y vigente, tan tocante y pertinente.
Qué delicado balance hacen los profetas mayores y menores entre las palabras de juicio y consolación. Desde la perspectiva de la ira mayor, el Dios de los cielos infunde el más completo ánimo y se levanta juramentado con la más penetrante mirada profética, esa que vislumbra el cumplimiento de un inalterable propósito para con Su pueblo, al cual guía por toda la historia.
Terminando de leer el Antiguo Testamento, una vez más, y siempre Nuevo.
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