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martes, 5 de abril de 2022

Ahicam

Es un personaje importante en la Biblia. Curiosamente no se menciona en los púlpitos. Su nombre significa «Mi hermano es levantado». Fue hijo de Safán y funcionario del rey Josí­as. Cuando se encontró en el Templo el Libro de la Ley, Ahicam fue enviado con otros a consultar a la profetisa Hulda:

 

Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos. Luego el rey dio orden al sacerdote Hilcías, a Ahicam hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al escriba Safán y a Asaías siervo del rey, diciendo: Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito. Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella. Y ella les dijo: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Decid al varón que os envió a mí: Así dijo Jehová: He aquí yo traigo sobre este lugar, y sobre los que en él moran, todo el mal de que habla este libro que ha leído el rey de Judá; por cuanto me dejaron a mí, y quemaron incienso a dioses ajenos, provocándome a ira con toda la obra de sus manos; mi ira se ha encendido contra este lugar, y no se apagará. Mas al rey de Judá que os ha enviado para que preguntaseis a Jehová, diréis así: Así ha dicho Jehová el Dios de Israel: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y serás llevado a tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar. Y ellos dieron al rey la respuesta (II Re 22:11-20).

 

Bella historia.

Muerto el rey Josí­as, Ahicam sirvió bajo su hijo, el devenido rey Joacim. Este es el contexto en que le da protección al profeta Jeremí­as: “Y los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo oyeron a Jeremías hablar estas palabras en la casa de Jehová. Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás” (Jer 26: 7, 8). “Pero la mano de Ahicam hijo de Safán estaba a favor de Jeremías, para que no lo entregasen en las manos del pueblo para matarlo” (v. 24).

Por un instante, en lo humano, Ahicam fue lo único que estuvo entre Jeremías y su inminente lapidación.

Cuando los babilonios tomaron Jerusalén, pusieron al frente del pueblo que quedó al hijo de Ahicam, Gedalí­as. A su casa llevaron a Jeremí­as apenas le sacaron de la cárcel (Jer 39:14).

Uno de los hermanos de Ahicam fue Elasa. Este llevó una carta de Jeremí­as a los cautivos en Babilonia (Jer 29:1-3). En esa carta va la importante profecía de las setenta semanas, cuyo cumplimiento estuvo en la expectación del profeta Daniel (Dn. 9: 2), y esas bellísimas palabras que todos aplicamos a nuestras vidas alguna vez: “y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Dn. 29: 13).

Penosamente, Jaazaní­as, hermano de Ahicam, aparece en una visión apóstata en el libro de Ezequiel, con un incensario en su mano vinculado a una adoración pagana:

 

Entré, pues, y miré; y he aquí toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor. Y delante de ellos estaban setenta varones de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías hijo de Safán en medio de ellos, cada uno con su incensario en su mano; y subía una nube espesa de incienso. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: No nos ve Jehová; Jehová ha abandonado la tierra (Ez. 8: 10-12). 

 

¿Cómo sería el final de Ahicam? En el resto del libro de Jeremías solo se hace referencia a él cuando se menciona a su hijo, Gedalías. Ignoramos si la tradición judía conserva algo de su memoria siguiente. Por lo pronto, mientras se llena el vacío de la ignorancia, le recordaremos como al judío que, en un momento de oscura confusión, preservó la vida del profeta Jeremías. Necesitó cierta dosis de grandeza personal para tirar en dirección contraria a aquella en que lo hacía la mayoría. 

Se vuelve rareza la grandeza, especialmente en nuestro tiempo. Quizá por eso llama la atención aquel Ahicam. Un día sabremos más de él. Los que amamos la Biblia le debemos mucho acerca de aquella jornada en que preservó la vida del profeta. El Señor lo recuerde en su favor el día de la eternidad.


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