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martes, 12 de abril de 2022

La memoria de Su Hijo

Todas las casas se cerraron. Nadie podía salir. La orden de Dios fue terminante: heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto” (Ex. 12: 12b); “veré la sangre y pasaré de vosotros” (13b). El pueblo de Israel atendió a aquella voz. Los dos postes y el dintel de las puertas se marcaron profusamente con la sangre fresca de un cordero sacrificado. Aquello hizo la diferencia entre morir y vivir.

¿Por qué tuvo que ser así? ¿Por qué vino aquella extraña orden que los judíos no comprendieron y acataron por obediencia? Una sola respuesta: el Señor buscaba algo que le trajera la memoria de Su Hijo.  Solo eso detendría la muerte.

Pasó Dios en aquella cerrada noche de Pascua primigenia. La ira célica era inmensa: murieron miles de primogénitos egipcios, pero al llegar a las casas de Israel, aquella sangre...

Era la memoria de Su Hijo.

¿Habrá hoy algo en ti que recuerde al Hijo? ¿En tus palabras, pensamientos, conducta y obras, en tu hogar, entre los tuyos, habrá algo que recuerde vivamente a Jesús, de modo que, cuando Dios pase y mire, sienta el recuerdo vivo de Su Hijo? ¿Algo de ti lo recuerda a Él?

Ninguna otra cosa tiene valor en este mundo para lograr el favor del Padre; solo el recuerdo que puedas traer en la memoria santa de Su Hijo. Por eso todos oramos “en el nombre de Jesús” (Jn. 16: 23).

Ninguna otra cosa tiene valor. Tu vida sea al Padre el recuerdo perenne de Su Hijo.



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