Nombres de celebridades como los de Lewis Wallace, Lee Strobel o Josh McDowell están relacionados con investigaciones históricas acerca de la vida de Cristo, su muerte y resurrección. Los tres concluyeron de la misma forma, con la convicción absoluta de que la resurrección es un hecho histórico incontrovertible. Wallace escribiría Ben Hur; Strobel, El caso de Cristo y McDowell, Evidencia que exige un veredicto; tres joyas de la apologética cristiana. Es curioso que, un hecho tan atacado por la crítica atea como lo es la resurrección de Cristo, haya dado al traste con la conversión de gente tan honesta e ilustrada.
El diccionario de la lengua española que teníamos en casa cuando niño, en Cuba, para la lejana década de 1960, principios de los 70, tenía en el artículo concerniente al nombre de Jesucristo, como explicación de su persona, las palabras: “Profeta cuya existencia no ha sido probada”. Valiente ejercicio de profanos el diccionario aquel. Hay más pruebas de la existencia de Jesucristo que de Julio César o Sócrates, referentes cuyas vidas y obras ninguna persona medianamente instruida cuestionaría. El profuso testimonio escrito acerca de la vida, muerte y resurrección del Señor Jesús es inmensamente mayor.
Tras la resurrección Jesús aparece a más de quinientos testigos. Muchos, junto a once de los doce discípulos, morirían testificando que Cristo resucitó. Si bien es difícil que alguien muera por una verdad, nadie lo hará jamás por una mentira. La iglesia se levantó sobre la verdad y el triunfo de la resurrección. Esta fue evidencia de la aprobación del valor de la vida perfecta del Señor. La muerte no tuvo poder sobre Él.
El texto preferido del primer pastor metodista que conoció mi familia, el Rev. José Alberto Borbón, era: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (I Co. 15: 17-20).
Gústele o no a los ignorantes la tumba está vacía. Celebremos hoy el Domingo de Resurrección.
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