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lunes, 4 de abril de 2022

La mañana en que Benjamín de Quesada dejó de ser un monstruo

Benjamín de Quesada dejó de ser un monstruo, y no me refiero al día en que se convirtió al evangelio, no. Benjamín de Quesada era un monstruo todavía en las filas de la fe, al menos eso era lo que sostenían sus líderes. Venía de un pastorado en el difícil Templo Central de Ciego de Ávila, y pocos sabían su nombre; para todos era el monstruo. Los análisis que se hacían de su persona en el Comité General eran concluyentes: Benjamín sufría una peligrosa licantropía; aullaba sonoro en las noches de luna llena y se cubría súbitamente de pelo. Aquella imagen de día en día crecía en la percepción del liderazgo, cuando, de pronto, ¡sale electo de pastor en el Templo Central de Camagüey! La noticia llenó de espanto a la dirección de la Obra. Todos se miraban estupefactos, con ojos exorbitados. Fue entonces que el otrora hombre-lobo mutó, y se convirtió en un vil y hematófago vampiro. Drácula se consumía de envidia al escuchar los comentarios que se hacían de él y de sus andanzas nocturnas. Se decía que, entre otras cosas, asomado a las ventanas, asustaba a los niños con sus pezuñas largas y su pico encorvado. Benjamín de Quesada se convirtió en un punto fijo del orden del día en cada reunión. Aquel ente carroñero de mirada torva y siniestra debía de ser controlado cuidadosamente.

Así fue durante varios años, hasta que, de pronto, en 1993, a alguien se le ocurrió proponerlo de Secretario del Distrito Central, y las multitudes tuvieron la insólita ocurrencia de aprobarlo en holgada elección. Fue aquella la mañana en que todo ocurrió… En un instante el monstruo cambió, y se convirtió en un santo canonizado. Aquella transformación inesperada tuvo lugar en un minuto, a la escasa demora de un suspiro. Todos venían desde entonces donde él, cada mañana, y le pedían en sentido ruego: “Padrecito Benjamín, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Y Benjamín los bendecía y los declaraba absueltos de toda culpa.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué de pronto el malo de Benjamín se convirtió en el bueno y venerable anciano? ¿Cómo pudo tener lugar un cambio tan brusco? La explicación del asunto la tuve la tarde del 12 de octubre de 2012, allá en la casa pastoral del Templo “Aleluya” de Camagüey, Cuba, mientras hurgaba en secretos ministeriales que me permitieran escribir sus memorias. El anciano Pastor me reveló: “Al ser electo Secretario del Distrito los que afirmaban que yo era un monstruo ahora tenían que decirlo delante de mí, y nunca se atrevieron a hacerlo”.

Qué decir. Me quedé largo rato pensando… Aquel devenido santo me dejó, y se fue al Templo a orar. Yo salí de aquel comedor, y me fui a la calle, con rumbo incierto, y por toda la Avenida General Gómez fui a dar a la casa natal del Mayor General Ignacio Agramonte, el más ilustre hijo de Camagüey, puesto, para honor de Cuba, a la cabeza de un ejército en que combatieron mis bisabuelos. Aquella raza de hidalgos… Seres extraños, con un solo rostro y una sola palabra. Créame, a veces los extraño.

Aquel monstruo de mi historia llevó la Iglesia central de Camagüey al mayor crecimiento de toda su historia. Colocó los indicadores financieros en su punto más alto. Sembró de iglesias toda la provincia. Asistió económicamente a cientos de pastores. Fue una auténtica tabla de socorro a la Organización. Soportó atentados y agresiones. Tuvo una vida de oración a toda prueba. 

Un monstruo, no hay dudas... Todavía vive. Disfruta hoy las bondades de la ancianidad en familia. Es curioso, los que le endilgaron con tal epíteto ya no están. Uno de ellos murió en total demencia...

Como es mi amigo escribí sus memorias. Dice su hijo, el afable Josué de Quesada, que va a orar por mi salud mental. Tiene razón al hacerlo, y mucho se lo agradezco, porque alguien a quien le guste escribir las memorias de los monstruos no puede ser normal. Lleva terapia...

¿Eres un monstruo? Posiblemente sea eso lo que se diga. ¿Qué tiempo durará tal condición para ti? ¿Por cuánto años serás el más logrado émulo de Frankenstein? Quizá ya lo sepas si llegaste hasta aquí: serás un monstruo hasta el día en que aquellos que sostienen tal cosa tengan que decirlo delante de ti. Hasta ese día. Mientras tanto, muéstrale a los tales hasta dónde puede llegar, en el Señor, el monstruo que está en ti.

 

Recibe un abrazo, de tu hermano,

 

                                      El monstruo.



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