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lunes, 25 de abril de 2022

La tarde en que Finlay no pudo ser miembro del «Destacamento Médico Carlos J. Finlay»

Pertenecí al curso que precedió al inicio del «Destacamento Médico Carlos J. Finlay», en Cuba. Agruparía, uniformados, a todos los estudiantes de primer año, incorporándose a él las matrículas sucesivas. La ejecución de esta iniciativa me sorprendió ya en el segundo año de la carrera, en 1982. Fuimos el último año sin uniforme, y sin Destacamento. Parece que, en algunas cosas, he sido el final de algo...

Bueno, a lo que voy: los requisitos para optar por la carrera de Medicina para tal ocasión se refinaron. Uno de ellos era «tener una concepción materialista de la historia»; en otras palabras, ser ateo. Fue la razón por la que mi esposa no pudo iniciar estudios de medicina.

De modo que Carlos J. Finlay, cuyo nombre usaron para honrar al Destacamento ateo, tampoco podía ser miembro de él, porque era cristiano. Su biógrafo, José López Sánchez, encarnizado enemigo del evangelio, escribió: “Finlay fue católico creyente” (1). “Leía la Biblia, a la que hacía anotaciones interpretativas” (2). “En la capilla del cementerio se practicaron los servicios religiosos por las congregaciones religiosas a las que estaba unido como médico y creyente” (3).

Lejano Finlay, sé que salvaste cientos de miles de vidas tras descubrir al agente transmisor de la Fiebre Amarilla, pero así sucedió en 1982. Me apena que, para entonces, no reunieras los requisitos para ser miembro del Destacamento que llevaba tu nombre.

 

 

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(1) José López SánchezFinlay. El hombre y la verdad científica. Ciudad Habana: Editorial Científico-Técnica, 1986, p. 192.

(2) Ibíd., p. 129.

(3) Ibíd., p. 412.



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