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lunes, 2 de noviembre de 2020

Desde Irlanda me escriben...

Mi hija menor sufre fuertes ataques en Cuba. Para saber dónde se sienta el pútrido cerebro que da la orden, lo único que hace falta es un poco de observación. “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” (1).

A la par que estas cosas suceden, una extraña misiva electrónica llega desde Irlanda, donde me piden, con cierto apremio, artículos que vinculen teología y política. Las publicaciones de este blog no son aburridamente inclinadas a eso, pero si nos atenemos a la concepción orweliana de que «el apoliticismo es una forma de hacer política», no quedará más remedio que pensar si habrá algo que se escriba y no lo sea. Por ese camino aun el sol será un ente astronómico politizado: calienta al Ecuador y discrimina a los polos. Lo que no logro discernir es si tal actitud del astro rey le hace de izquierda o de derecha.

Como ministro evangélico, por tres décadas he luchado para no ser arrastrado detrás de ese deseo compulsivo que tienen los líderes sociales, acerca de convertir el evangelio en un aliado partidista. El tal propósito es un mal que viene de ambos lados del llamado espectro político.

En otro orden de cosas los enemigos de la fe, cuando arremeten contra la iglesia, con frecuencia la endilgan de enemigo o adulador del modo de gobierno imperante. Tales malsanas estrategias no son nuevas, carecen de originalidad y nacen, por ende, en mentes poco creativas, pero suelen ser efectivas. Jesús fue procesado bajo un cargo político: “…Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone. Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal…” (Jn. 19: 12, 13). Al sumo sacerdote de Israel le importaba «una corneta» el César, pero buscaba un cargo contra Jesús que fuera funcional, y Pilato titubeaba, hasta que el asunto tomó ese camino.

A la luz de estas consideraciones interpreto con reservas toda invitación que se me haga acerca de participar en debates políticos, donde nunca he estado por razones de ministerio. La conversión genuina al evangelio libra de todo espíritu de credibilidad en los hombres, y prebendas personales buscan los que están pendientes de lo que hablan o piensan los demás, para luego correr donde otros, a contar... Los epítetos que estos me merecen no son reproducibles al oído sensible. La suerte que el destino les depara a los tales está trazada en las palabras de Jesús: “A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido” (Mt. 26: 24c).

Espero haber contestado su carta, «amigo» de Irlanda.

 

 

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(1) José Martí. "Carta a Manuel Mercado, 18 de mayo de 1895". Obras Completas. Vol. XX. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1991, p. 161.




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