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martes, 3 de noviembre de 2020

Amigos y enemigos: una peligrosa confusión

Es muy malo, en la vida, confundir amigos con enemigos, pero hay algo aún peor, y es confundir enemigos con amigos. En el primer caso el daño será temporal y breve, porque los amigos, si son verdaderos, no dejarán de serlo. En el segundo, el daño puede prolongarse hasta límites ya irreparables.

Confunden amigos con enemigos los ciegos y los ingratos; perdone la redundancia. Confunden enemigos con amigos los ingenuos.

Ambos sufren: el ingrato implosiona en un colapso de odio que solo le daña a sí. El ingenuo se anega rodeado de deslealtades que lo arruinan y lastiman, sin que logre atinar a descubrir de dónde vienen.

Nada más importante que tener claro en la vida quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. Ambos están cerca; saludan a la par, sonríen sin distinción, llegan juntos. Solo se diferencian en que, a veces, el enemigo es más amable…

Estos últimos me engañaban antes, en los lejanos tiempos de la ingenuidad. Hoy se engañan ellos, creyendo que no se sé cuánto lo son y que se desconocen los movimientos ponzoñosos de sus azufradas lenguas. Obsérvelos siempre, y podrá detener mucho de lo que fraguan, porque ellos son el camino del mal.

Dios te ayude a descubrirlos en tu entorno, porque “a los pobres siempre los tendréis…” (Jn. 12: 8), y a los enemigos también.



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