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viernes, 27 de noviembre de 2020

A treinta años de aquel examen...

Hoy, 27 de noviembre de 2020, se cumplen treinta años de aquel dramático día en que me examiné como Especialista en Medicina Interna. Me acompañaron, en aquellos épicos momentos, y se examinaron conmigo, mis amigos, los Dres. Eduardo Rodríguez de la Vega Espinosa y Julio Blanco Trujillo. El presidente del tribunal fue el venerable Prof. Dr. Neftalí Taquechel; le asistió como secretario el Prof. Dr. Rodolfo González Mastrapa. Completaron la mesa, como vocales, los conocidos Prof. Dres. Máximo Roiz Balaguer y Néstor Rodríguez Hernández. La sede estuvo en el recién inaugurado Hospital Docente Clínico Quirúrgico “Julio Trigo”, de Arroyo Naranjo, La Habana, donde también rotamos la semana entera, bajo la hermética supervisión del Prof. Dr. Rafael Sardiñas, cumpliendo los más inacabables exámenes prácticos.

Más que memorias docentes, me queda el rico anecdotario de los tiempos de oración que cumplió mi esposa en mi favor. Se levantaba todos los días a las cinco de la mañana, y cubría las horas en que me iba allá, a aquel intimidante tiempo en que debía demostrar capacidades y experiencias, frente a aquel riguroso grupo de experimentados profesores que no cederían un ápice en el terreno de las exigencias.

El 27 de noviembre de 1990, a las 2:00 p. m., defendí la tesis. A las 3:00 p. m., todo había terminado. Alcancé un honroso 99. La tesis llamó la atención, y recibió inesperadas expresiones de elogio. Fue, en mucho, fruto del esfuerzo de mi inolvidable amigo, Manuel Badell. Mi único medio de impresión, para entonces, era una máquina de escribir, muy vieja ya, que aún conservo en La Habana, porque en ella hice la primera carta de amor a mi esposa. Era difícil que me aceptaran la tesis escrita en este humilde medio, tan gastado a fuerza de servir, así es que me fui a ver a mi amigo Badell. Él era programador de computadoras; significaba aquel trabajo un sacrificio de tiempo muy penoso para él. Me llamó a casa, se quedó en su trabajo, en Nuevo Vedado, y me esperó a las 4:00 p. m. Estuvo transcribiendo mi tesis, a mi lado, pacientemente, arduamente, hasta las doce de la noche. Yo estaba muy apenado cuando terminamos. Él tenía que trabajar al otro día. Ante mi expresión, en que se condensaban, visiblemente, la pena y la gratitud, me contestó con esa ancha sonrisa que recordaré siempre: “Ve y haz tú lo mismo” (Lu. 10:37). Desde entonces cada vez que hago algo grande por alguien, e intenta la persona, agradecida, gratificarme, me acuerdo de mi hermano Badell, de su ancha sonrisa, de su expresión de gozo inefable y de paz, y le repito entonces las mismas palabras que esa noche recibí de él, y que me ministraron más que diez sermones: “Ve y haz tú lo mismo”.

Para mis amigos, los Dres. Eduardo y Julio, la experiencia espiritual de aquellos días fue determinante en los derroteros definitivos de la fe. Eran ateos. El día del examen, mientras esperábamos el bus, sentados en un muro, una inmensa paloma blanca descansó reposada a nuestras espaldas. Julio me dijo muy conmovido: “¡Mira! ¡Qué linda!”. Mi esposa oraba y ellos lo sabían. En algún momento, tras aquellos días, los dos vinieron a la fe…

Te regalo el examen que, en la gracia de Dios, cumplí.

 

1. Fisiopatología del estado de mal asmático.

2. Formas clínicas del cáncer de pulmón.

3. Choque cardiogénico. Diagnóstico y tratamiento.

4. Cuadro clínico de la insuficiencia aórtica.

5. Diagnóstico del lupus eritematoso sistémico.

6. Fiebre tifoidea. Diagnóstico y tratamiento.

7. Tratamiento de la úlcera péptica.

8. Conducta ante un paro cardiorrespiratorio.

9. Diagnóstico etiológico de la insuficiencia renal crónica.

10. Causas de esplenomegalia.

11. Enfermedad de Graves Basedow. Diagnóstico y tratamiento.

12. Diagnóstico de la epilepsia.

 

Ejercí Medicina Interna, y posteriormente Cuidados Intensivos del Adulto, en la Unidad de Cuidados Intermedios del Hospital Docente Clínico Quirúrgico “General Calixto García”, de La Habana, entre diciembre de 1990 y febrero de 1997, en que el Señor me llamó al ministerio. Fueron esos los años más difíciles de toda la historia de Cuba en la segunda mitad del siglo XX. Salvé miles de vidas muriéndome de hambre... Nadie me reproche nunca no haber servido a mi pueblo.

 

A Dios sea la gloria de aquel memorable día que recuerdo hoy, y de todo el camino recorrido desde entonces.




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