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sábado, 8 de febrero de 2020

Descubre tu púlpito

Hay predicadores del evangelio que no son ordenados por Dios para estar detrás de un púlpito, y son tan efectivos como el que más. Visto desde esta perspectiva hay dos clases diferentes de ministradores del evangelio, y ambos son importantes, aquel que Dios capacita para hablarle a un auditorio gigante y aquel que el Señor envía a las calles. Los dos tienen el mismo respaldo, el mismo llamamiento, el mismo amor, pero están un poco alejados entre sí por los matices de la capacitación que Dios les da.
El predicador de púlpito debe de ser un orador. Mover las emociones de un auditorio es una tarea muy compleja; el nivel de resistencia que se debe tener viene del cielo; las cuerdas del espíritu se tensan en extremo. Es dura y difícil esa tarea.
El predicador enviado a las calles tiene una capacidad social grande, y un desenvolvimiento hábil para tratar con caracteres difíciles y hostiles. Menos visibles suelen ser, sin embargo, son más efectivos. La samaritana de vida incierta de Juan capítulo 4, impactó a Samaria: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: ‘Me dijo todo lo que he hecho’” (Jn. 4:39). El gadareno impactó a Decápolis (¡diez ciudades!): “Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: ‘Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti’. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban” (Mr. 5:18-20). Hay razones históricas para entender que el eunuco de Hechos capítulo 8, tras su encuentro, conversión y bautismo en agua, bajo el ministerio de Felipe, sacudió a Etiopía.
Ninguno de estos últimos tres fueron predicadores de púlpito, y sacudieron al mundo de su tiempo. Puede ser que tu verdadero púlpito no sea ese de madera fina y perfumada que decora con belleza el altar. No por eso serás menos efectivo. Recuerda: el llamado es el mismo, el poder es el mismo, el amor ha de ser el mismo. De lo que se trata es de descubrir dónde está tu verdadero púlpito.


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