Diferentes personas tienen diferentes conceptos acerca del momento de la vida en que comenzamos a sentir el peso irreversible de los años. Me llamó la atención escuchar coincidir a dos notables intelectuales de los tiempos modernos. Una es la célebre escritora chilena-norteamericana Isabel Allende, Premio Nacional de Literatura, Chile, 2010; Premio Hans Christian Andersen de Literatura, Dinamarca, 2011. Refiriéndose a la muerte de su madre y padrastro, ella afirmó: “Siempre fui hija y siempre fui joven hasta que ellos murieron” (1). Fue un camino de descripción experiencial que me sorprendió.
El otro es el Dr. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de la Habana. Él dijo sentidamente, hace años, en una entrevista televisiva: “Creo que las personas empiezan a envejecer cuando sus padres mueren.
En verdad una cosa es cumplir años y otra muy distinta sentir que envejecemos. Los padres nos hacen sentir niños no importa la edad que tengamos. Sin proponérselo te regañan, cuentan historias de las barbaridades que hiciste de niño, sacan curiosidades “museológicas” de la infancia que tenían en el armario, comentan cuánta foto publiques en las redes sociales, y comparten con todo el mundo los artículos o publicaciones más intrascendentes que puedas hacer. En ellos se repite, inacabablemente, la historia de: “¡mira lo que hizo el niño!”
Cuando ya no están, perdemos tanto valor. Tu título que con tanto orgullo colgaban en el centro de la pared principal de la casa, aunque desencajara con el diseño del hogar, alguien lo relega a un rincón escondido. Ya no es importante. Lo recoges, te lo llevas…, y sientes que has empezado a envejecer.
Tienen razón Allende y Leal. Aunque sea un poco difícil de explicar, tienen razón.
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(1) Isabel Allende. “Largo pétalo de mar” Entrevista. https://www.youtube.com/watch?v=qzijAT8oIJE Accedido el 14 de enero de 2020, 2:08 PM.
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