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viernes, 14 de febrero de 2020

Ama tus tristezas, ama tus alegrías

La tristeza es un sentimiento profundo de límites difuminados; por su pleomorfismo tiene su propia riqueza; cuando se viste de melancolía y añoranza expresa belleza, la belleza de la triste remembranza, a la que cantó Dulce María Loynaz desde sus muchas soledades, al escribir: «Hay algo muy sutil y muy hondo en volverse a mirar el camino andado... El camino donde, sin dejar huella, se dejó la vida entera» (1).
  «Es muy difícil decirle a una persona que no sufra», oí decir a mi sabia esposa. La vida tiene un inevitable contenido de sufrimiento; este es humano, histórico y bíblico; llevó un día a Billy Graham a escribir en su autobiografía: «El sufrimiento es una condición del ser humano» (2).
Las voluntades más férreas la han experimentado. La llegada a París de aquel campesino bretón, que se llamaba Luis Pasteur, dejó memorias a las que Valery Radot se refirió cuando escribió: «Su voluntad, (…), no le fue suficiente para dominar la pena. Al principio nadie pudo sospechar su profunda tristeza, porque guardaba para sí su dolor (…). Pero cuando todo dormía en la calleja de las Feuillantines y ningún compañero podía verle ni oírle, el joven repetía el verso sentimental: ‘¡Cuán larga es la noche cuando vela el dolor!’» (3).
Jesús la conoció. Isaías le describió como «...varón de dolores, experimentado en quebranto…» (Is. 53:3b), y los olivos de Getsemaní le escucharon confesar a sus aturdidos discípulos: «…Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo» (Mt. 26:38 b, c).
Aprender que hay cosas que, por más que las desees, no las puedes tener; fracasar tras luchar con el más noble empeño, mientras ves frisando las cumbres a tanta gente indigna; despedir a los seres más queridos; ver cerrarse la tapa de aquella tumba, que esconderá para siempre de la vista el rostro amado; todas esas son vivencias humanas universales; no se pueden evitar. En el momento en que ocurren, y cada vez que se recuerden, traerán tristeza.
No es una experiencia estéril; deja en la memoria trazas de aprendizaje útil. La pastora Ileana Legrá nos decía: «Están sufriendo, pero están aprendiendo…». Rubén Darío, que la conoció en límites extremos, afirmó que «el vientre del dolor es fecundo» (4)Sosegadamente comprendida tiene la influencia perdurable de un gran maestro; induce una madurez permanente. El célebre psiquiatra suizo Carl Gustav Jung aseveró, con atino, que la palabra «felicidad» perdería su significado si no estuviera equilibrada por la tristeza (5)Gibran Khalil Gibran la llamó: «…un muro entre dos jardines» (6) (7). El general Máximo Gómez, mientras vivía los minutos aciagos de la guerra, se autofortalecía frente a ella, y se decía a sí mismo: «...en la guerra todo cambia y los sucesos, ellos mismos, vienen a salvarse unos a otros» (8).
Mi colérico director, durante los años en que ejercí la difícil especialidad de Cuidados Intensivos en los Cuidados Intermedios del Hospital “General Calixto García”, fue el Prof. Dr. Armando Cuán Lago. Vuelvo a decir que era colérico, así es que contrastaba con su persona la forma graciosa en que, frente a las grandes contrariedades administrativas y asistenciales que le envolvían, se le oía decir a cada rato, al entrar a la sala, a viva voz: «¡Qué saben de la vida los que no han sufrido o tenido una pena de amor!».
No es una experiencia permanente. En mi amada Biblia se lee: «Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente…» (Sal. 84:6). El salmista define cualquier tristeza como transitoria; el «valle de lágrimas» es para atravesarlo, no para vivir en él.
Cuando escucho a las mentes simples referirse a tal experiencia, vista en los demás, con un desdén propio del que se mira una caña quebrada, me viene al corazón la esquela poética con que Rafael Alberti describió a Antonio Machado: «Era tristeza fuerte de varón, / De hombre sufrido, / socavado en lo hondo de las raíces. / Tristeza de árbol alto y escueto, / Con voz de aire pasado por la sombra» (9)
Perdura Machado como orgullo de la poesía española. En una tarde gris, de aquel lejano febrero de 2010, en la librería habanera de 10 de Octubre y Carmen, decidía si compraba o no una edición compilada de sus poemarios. Nublado por injustos otoños, hojeé el libro, y al irme ya, me saltó a la vista una expresión casi perdida entre los renglones de sus Canciones, donde se leía: «Ama tus tristezas, ama tus alegrías». Por esas palabras compré el libro (10).
Mucho yerra el movimiento internacional brasileño «Pare de sufrir». Mucho yerra. No sufrir es no vivir.


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(1) Dulce María Loynaz. Poemas sin nombre: XVII https://www.poeticous.com/dulce-maria/poemas-sin-nombre-xvii?locale=es Accedido el 9 de octubre de 2019, 1:56 PM.
(2) Billy Graham. Tal como soy. Autobiografía. Miami: Editorial Vida, 1997.
(3) Renato Vallery Radot. La vida de Pasteur. Imprenta López, Buenos Aires, 3era. edición, marzo de 1942, p. 18.
(4) Rubén Darío. Retratos y figuras. Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 1993, p. 159.
(5) Equipo de redacción de Psyciencia. «Carl Jung sobre la felicidad” https://www.psyciencia.com/carl-jung-sobre-la-felicidad/ Accedido el 25 de enero de 2019, 9:55 PM.
(6) Pedro Miguel Lamet. El alegre cansancio«La ‘depre’, un muro entre dos jardines”. http://blogs.21rs.es/lamet/2013/06/la-depre-un-muro-entre-dos-jardines/ Posteado el 29 de junio de 2013. Accedido el 24 de enero de 2020, 11:43 AM.
(7) Oliver Araujo, Selección. «Sesenta frases de Khalil Gibran realmente inspiradoras». Pensamiento No. 43. https://www.exitoysuperacionpersonal.com/frases-de-khalil-gibran/ Accedido el 25 de enero de 2019, 10:10 PM.
(8) Máximo Gómez. Diario de campaña 1868-1899. La Habana. Instituto cubano del libro. 1968, p. 332.
(9) Antonio Machado. Tu voz amante. Presentación. La Habana: Editorial Gente Nueva, p. 5.
(10) Antonio Machado. Tu voz amanteCanciones«Me dijo una tarde». La Habana: Editorial Gente Nueva, p. 37.



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