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sábado, 27 de febrero de 2021

La ciencia reconciliando naciones en guerra

Terminando de leer la celebérrima obra de Stephen Hawking, Historia del tiempo…, un libro que se debe leer despacio; toda una joya para los profanos de la física. Parabienes a Hawking, que puso en un lenguaje comprensibles verdades científicas inextricables, como la traducción del pensamiento de Einstein y los caminos que se siguieron en las demostraciones de sus postulados. Si la teoría de la relatividad general era cierta, el espacio-tiempo curvo de Einstein, en torno a los grandes cuerpos espaciales, debía desviarlo todo en atracción física, aun la luz. Esto significaba que la luz de una estrella distante que pasara cerca del Sol debía desviarse en un pequeño ángulo, lo que llevaría a que un observador desde la Tierra viera la estrella en una posición diferente a aquella en que realmente estaba. Esto era muy difícil de demostrar toda vez que el brillo solar hacía imposible la visión de las estrellas que aparecen ilusoriamente al ojo humano cerca del astro rey. Sin embargo, durante un eclipse solar, en que, como se sabe, la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra podía evidenciar el fenómeno. El asunto era que tampoco ocurrían eclipses solares todos los días. Hubo uno en 1915 y la fatídica Primera Guerra Mundial hizo frustre el intento de aprovecharlo. Se perdió con ella una gran oportunidad que no tendría ocasión hasta 1919 (1).

El asunto suponía dificultades mayores que las que tenían que ver con estos resquicios técnicos, y era que Alemania e Inglaterra habían sufrido la mayor enemistad que se pudiera esperar, como consecuencia de la guerra que les envolvió. Fuertes tensiones se hacían sentir entre científicos ingleses y alemanes. El proponente de la Relatividad General era un joven y desconocido judío-germano, llamado Albert Einstein, y sus postulados enarbolaban conclusiones que inevitablemente implicaban el derribo de la Ley de Gravitación Universal, nacida de la mente del más venerado científico de todos los tiempos: Isaac Newton. ¿Dónde había nacido Newton? ¡En Inglaterra! El astrónomo inglés Frank Watson Dyson, director del Observatorio Real de Greenwich, el más importante de Inglaterra, que participaría en tales mediciones, se sentía herido en su sensibilidad patriótica respecto al «pretensioso» genio alemán al que muchos británicos reclamaban más respeto para Newton. El famoso astrofísico inglés Arthur Stanley Eddington, honró para entonces, con creces, su condición de cristiano cuáquero, y tuvo a su cargo un meritísimo trabajo disuasorio para con su coterráneo a fin de que este pusiera a un lado sus pruritos patricios en pro de un sacrificio por la ciencia (2). “Bienaventurados los pacificadores…” (Mt. 5: 9).

Los cálculos científicos mostraron que, en el cercano 1919, un eclipse solar sería visible en Sudamérica y en África. El Sol estaría, para entonces, cerca de un grupo de estrellas especialmente brillantes, las Híades. Dyson y Eddington estimaron que un solo punto de observación no sería suficiente, y decidieron el envío de dos equipos de astrónomos a lugares distintos: a Sobral, en Brasil, y a la Isla de Príncipe, parte del archipiélago de Santo Tomé y Príncipe, costa de África occidental. Eddington se fue a África, y Dyson envió a Charles Davidson, un oculista con mucha experiencia en telescopios, y al astrónomo irlandés Andrew Crommelin, quien operaría el segundo telescopio, llevado por seguridad (2).

En noviembre de 1918 el Armisticio de Compiègne anunció el fin de la Primera Guerra Mundial y abrió el camino para la expedición. El 29 de mayo de 1919, con muchas dificultades por el calor y las inclemencias del tiempo, se hicieron las mediciones y tomas fotográficas. En noviembre de ese mismo año, se publicó el estudio final sobre aquel eclipse. Estaba firmado por Dyson, Eddington y Davidson. En él se leía: “Los resultados de las observaciones aquí descritas parecen apuntar definitivamente (...), y confirmar la teoría de la relatividad general de Einstein”. El genio alemán tenía razón. Lo que él llamó “su pensamiento más feliz” era acertado, pero las afirmaciones que suponía solo quedaron demostradas cuando sus colegas británicos hicieron las mediciones estelares (2).

Stephen Hawking afirmó, en Historia del tiempo: “Esta comprobación de una teoría alemana por científicos británicos fue reconocida como un gran acto de reconciliación entre los dos países después de la guerra” (1). Pasarían muchos años antes de que Einstein y Eddington se hicieran la célebre fotografía en que aparecen juntos, sin tensiones. Se necesitarían lustros, antes de que se zanjaran las fuertes diferencias causadas por la guerra, a las que agregó ácido la beligerancia nazi que desembocó en la Segunda Guerra Mundial, con los mutuos bombardeos con que casi se destruyen Inglaterra y Alemania entre sí, pero, mientras los políticos y sus ejércitos se cañoneaban, la ciencia, luchando contra los exclusivismos partidistas y las xenofobias, se abría paso por medio de aquella fusión de pensamientos que cambiaron para siempre la cosmovisión del universo. Fueron necesarios los alemanes y fueron necesarios los ingleses.

Los políticos no han hecho más que destruir la unidad entre los pueblos; la ciencia, con su visión sin fronteras, ha luchado en pro de unir en un haz de fundidos colores, las voluntades de los hombres, todos camino al progreso. Este será posible y completo cuando Cristo vuelva.

Amo estas memorias, cuidadosamente registradas por los cronistas de la física teórica. Son una grandiosa historia, la de la ciencia reconciliando naciones en guerra.

 

 

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(1) Stephen Hawking. Historia del tiempoDel Big Bang a los Agujeros Negros. Cap. 2: “Espacio y Tiempo”. Madrid: Alianza Editorial, 2011.

(2) Camila Costa. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-48153620 Publicada: 24 de mayo de 2019. Accedida: 26 de febrero de 2021, 11: 50 PM.



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