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martes, 2 de febrero de 2021

La grandeza

El más notable evangelista del siglo XX, Billy Graham, escribió en sus memorias: "No se mide la verdadera grandeza por los titulares con que cuenta una persona ni por las riquezas que acumula. El carácter interior de una persona —los valores y principios morales y espirituales que la apuntalan— es la verdadera medida de la grandeza duradera" (1).

Si nos atenemos a esa gran verdad pronto estaremos de acuerdo respecto a lo torcida que está la escala de valores de la humanidad. Faraones como Amenhotep III, emperadores como Calígula y dictadores como José Stalin buscaron proyectar al mundo un sentido diferenciado de grandeza personal, y lo hicieron a través de las imponentes estatuas que, en flagrante desvergüenza, se edificaron en vida.

En otros la búsqueda de tal meta significó la deshonra misma. El afán de alcanzar grandeza llevó a Amán a la horca (Est. 7: 10), y a Nabucodonosor a la demencia (Dn. 4: 33).

Finalmente, en muchos, significará la perdición. La búsqueda de grandeza para Satanás será el camino que le habrá llevado al lago de fuego y azufre al final de la historia. Este oscuro ser, otrora ángel de luz, tendrá la eternidad para recordar la hora en que intentó usurpar una grandeza que solo le pertenece a Dios (Ap. 20: 10).

Históricamente, por siglos, los títulos nobiliarios o el linaje real definieron la grandeza de la gente. La posesión de tierras en los campos, la capacidad de mando en los ejércitos, el poder para embaucar bienes ajenos, el número de cabezas que se inclinaran al paso, tales cosas eran determinantes a la hora de identificarla, en desdoro de su verdadera medida, que está en los evangelios. Jesús es el más completo referente bíblico de la grandeza. Camino a Capernaum (Mr. 9: 33) los discípulos disputaban jerarquías futuras y escaños soñados de glorias, y viniendo a Jesús, ya en la ciudad, le preguntaron: "‘¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?’ Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: ‘De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos’" (Mt. 18: 1-4).

No entendieron bien al Señor, o no lo quisieron entender, porque el tema vuelve a caer más adelante. La madre de Jacobo y Juan pide a Jesús una posición de extrema honra para sus hijos en el Reino. Los otros diez discípulos se enojan contra ellos al oír aquello:

 

Entonces Jesús, llamándolos, dijo: ‘Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos’ (Mt. 20: 25-28).

 

Pese a que Jesús fue tan claro, muchos hoy no han aprendido la lección, y aun dentro de la propia Iglesia se percibe con frecuencia la lucha por escalar posiciones. Detrás de toda grey que se divide, en la raíz de toda secta que aparece, no hay otra cosa sino uno que antepuso su búsqueda de grandeza, a veces al precio de destruirlo todo.

Jesús remitió a sus discípulos al modelo de un niño. Tal vez ellos tengan algo que enseñarnos respecto a la percepción de la grandeza humana. Cuentan el célebre predicador norteamericano Harry Emerson Fosdick que, cerca de la Iglesia Riverside en Nueva York, al despedirse de dos feligreses con los que intercambió saludos en la calle, le dijo a la pequeña de cuatro años que los acompañaba: “Dile a tu papá que hablaste con el Dr. Harry Emerson Fosdick esta mañana”, a lo que la niña respondió: “Y usted dígale a su mamá que habló con Susie Smith esta mañana” (2). Tal vez Fosdick aprendió algo aquel día.

Si en lo tocante a la grandeza el modelo de vida que Jesús nos dejó fue el de los niños, la dirección en que el Maestro de los maestros trazó el rumbo para alcanzarla tuvo que ver con el más humilde servicio: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Jn. 12: 26).

No hay atajos. El único camino hacia la grandeza es el servicio.

 

 

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(1) Billy GrahamTal como soy.  Miami: Editorial Vida, 1997, p.741.

(2) Thomas Lane Butts. “Enjoy the children”. Day 1. https://day1.org/articles/5d9b820ef71918cdf2002f0f/dr_thomas_lane_butts_enjoy_the_children Publicado: 8 de septiembre de 2011. Accedido: 2 de febrero de 2021, 5: 55 PM.




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