Es precisa y conmovedora la semblanza que hace del apóstol Pedro, el escritor Merrill C. Tenney:
Era impulsivo, vacilante, egoísta, rápido en acción y pronto para retroceder. Su negación de Jesús no fue el resultado de premeditada malicia sino de repentino pánico y de ella se arrepintió posteriormente con intensa amargura (Mt. 26: 69-75). Sin embargo, tenía en su alma profundas corrientes de lealtad (Jn. 13: 36-38); 18: 10, 15). Se afligió por la desaparición del cuerpo de Jesús de la tumba (1) y se regocijó de ver al Señor resucitado (2).
Pedro era fiel, y siguió al Señor hasta Jerusalén cuando ya en los aires se oteaba el olor de la muerte. Su frágil humanidad, resentida bajo presiones inmanejables, no lo apartó de su amor por el Señor. Pedro regresó donde Él, y le fue fiel hasta la muerte.
Su nombre está en uno de los doce cimientos de la Nueva Jerusalén: «Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero» (Ap. 21:14).
__________
(1) Esa afirmación no puede ser inferida de la lectura directa del relato bíblico de la resurrección.
(2) Merrill Tenney. Nuestro Nuevo Testamento. Gran Rapid, Michigan: Portavoz, 1989, p. 410.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.