En la Navidad de 1985, aquel que, al decir de Billy Graham, fue el más grande maestro bíblico del siglo XX (¡lo conocí!), escribió:
El atrevimiento de escribir (y de leer) un libro acerca de la cruz conlleva un enorme riesgo de presunción. Esto se debe en parte a que lo que realmente sucedió cuando «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» es un misterio cuyas profundidades seguiremos explorando durante toda la eternidad; y en parte porque sería impropio pretender adoptar una actitud de fría objetividad al contemplar la cruz de Cristo. Porque nos guste o no, estamos involucrados en la cuestión. Nuestros pecados lo llevaron a la cruz. De modo que, lejos de adulamos, la cruz socava nuestros intentos de autojustificación. Sólo podemos contemplarla con la cabeza inclinada y el espíritu contrito. Y allí permanecemos hasta que el Señor Jesús hable a nuestros corazones ofreciéndonos perdón y aceptación, y entonces, atrapados por su amor y henchidos de gratitud, nos dirigimos al mundo para vivir nuestra vida dedicados a su servicio (1).
Qué comprensión de un tema que es tan delicado. Resumidamente nos está diciendo a todos que:
La Cruz es un misterio.
La Cruz nos involucra.
La Cruz mutila toda autojustificación.
La Cruz nos convoca.
La Cruz nos envía a la vida.
__________
(1) John Stott. La cruz de Cristo. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Certeza, 1986, pp. 16, 17.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.