Dietrich Bonhoeffer, líder de la Iglesia clandestina de Alemania durante el nazismo, ejecutado en la horca en 1945, a poco del fin de la guerra, escribió: «La marca de un hombre maduro, al compararlo con un joven imberbe, es que encuentra su centro de gravedad dondequiera que casualmente se encuentre en su momento, y no importa cuánto ansíe lograr el objeto de su deseo, ello no podrá impedir que se quede en su puesto y haga su trabajo» (1).
Lo recordaba hace pocos días, cuando me propusieron dedicarme al mundo de los negocios. Recordé a Bonhoeffer, recordé sus palabras.
«…Cumple tu ministerio (II Ti. 4: 5).
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(1) Oswald Sanders. Liderazgo espiritual. Michigan: Portavoz, 1995, pp. 44, 45.
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