En las palabras de Isaías 1: 18 está recogida una de las promesas de redención más profundas y expresivas de toda la Biblia. Allí se lee: «Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana».
¿Se detuvo alguna vez a considerar a quiénes se les dijo algo así? Si regresa al cercano versículo 15 encuentra al profeta acusando a los destinatarios de esa promesa. A ellos dice: «...llenas están de sangre vuestras manos» (1: 15c). En el versículo 21, les llama «homicidas».
Así califica Dios, en aquel dramático siglo VIII a. C., a los moradores de Judá y Jerusalén: malignos, depravados, prevaricadores, sodomitas, injustos, ladrones, sobornables, desamparo del huérfano y la viuda; finalmente, asesinos; así les llama; eso eran.
A esta clase de personas Dios da una de las más grandes promesas de redención de toda la Biblia, condicionada a una actitud de regresión y arrepentimiento:
Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Is. 1: 16-18).
¿Cuán caído está usted? ¿A qué nivel de degradación llegó en ese rodar cuesta abajo? ¿Le parece irremediable su perversión? ¿Es de los que afirman no tener perdón? Entonces, las palabras de Isaías le aplican. No las desestime; habló Dios. En Cristo: «Lavaos y limpiaos...»; «...si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana...».
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