En su poemario El viento comenzó a mecer la hierba, Emily Dickinson define, desde su lírica la fuerza expresiva del contraste. La destacada poetiza norteamericana escribió:
El agua se aprende por la sed;
la tierra, por los océanos atravesados;
el éxtasis, por la agonía.
La paz se revela por las batallas;
el amor, por el recuerdo de los que se fueron;
los pájaros, por la nieve (1).
Mucho realzan el amor de Dios los males de este mundo. No hay, de hecho, contraste mayor.
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(1) Emily Dickinson. El viento comenzó a mecer la hierba. Selección y presentación de Juan Marqués. Traducción de Enrique Goicolea. Madrid: Nørdicalibros 2012, p. 10.
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