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miércoles, 3 de marzo de 2021

Qué poco interés pone la gente en redactar con claridad

Nada más molesto que leer y releer dos y tres veces un mismo párrafo, toda vez que puede ser interpretado de dos o tres formas diferentes; el autor no se ocupó de hacer oraciones cortas, que solo puedan ser entendidas en una sola dirección. La estructura bien pudo tener tres oraciones cortas y la convierten en una inmensa mole de tres renglones, estructurado por unidades separadas por comas y más comas, cláusulas subordinadas, y nuevas comas... Cuando se llega al final, ya no se sabe de qué pensamiento se venía. Usted se encuentra al final, murmurando: “Él lo entendió perfectamente; sabe lo que quiere decir, pero ¿le importó pensar si todo el mundo entenderá esa longana de palabras que expresan un cúmulo de ideas inacabables? ¿Le importó el lector al autor? ¿Para quién escribió? ¿Será un libro catártico, escrito para sí?

Si a eso se añade la poca legibilidad de la idea en sí… Ortega y Gasset gustaba decir: “la claridad es la cortesía del filósofo”. Debía de serlo de todo el mundo también (1).

El mal se sufre con más frecuencia de la que se debía. Hoy la padecí intensamente leyendo a ciertos autores. Me consoló algo recordar las palabras del teólogo español Francisco Lacueva. Él escribió: “Claridad y profundidad raras veces van de la mano, porque son patrimonio exclusivo del genio” (2).

Oremos para que nazcan genios. Hasta ese día, por favor, al escribir, piense en el lector. Escriba con claridad. ¡Gracias!

 

 

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(1) Henri Bouché. “La claridad, cortesía del filósofo”. Mediterráneo. https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/claridad-cortesia-filosofo_1101013.html Publicado: 18 de octubre de 2017. Accedido: 3 de marzo de 2021, 11: 59 PM.

(2) W. G. Scrogglie y D. E. Demaray. Manual bíblico homilético. Con prólogo de Francisco Lacueva. Barcelona: Clie, 1984, p. 7.



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