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domingo, 7 de marzo de 2021

Profetas apedreados

Predicación a la gran megaiglesia "Betania", Asambleas de Dios de Dallas, Texas, Estados Unidos. Domingo 7 de marzo de 2021, 11:00 AM. Puede verse en YouTube: https://youtu.be/faWk3dB4sFU

 

Título: “Profetas apedreados”.

 

Lectura bíblica: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Lc. 13: 34).

 

Introducción. Darwin tuvo profeta: su esposa: Emma Wedgwood. No la oyó.

 

Desarrollo


I. Jerusalén tuvo profeta “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!” (Lc. 13: 34). (Lc. 13: 34). Jerusalén no oyó a Jesús. El profeta fue “apedreado”. La ciudad fue destruida.

 

II. Pilatos tuvo profeta: su esposa; se llamaba Claudia Prócula. “Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él” (Mt. 27: 19). Pilato no oyó a la esposa. El profeta fue “apedreado”. Pilato fue destruido.

 

III. Jeroboam tuvo profeta. Se llamó Amós. El sacerdote Amasias, de Bet-el, se levantó contra él. “Ahora, pues, oye palabra de Jehová. Tú dices: No profetices contra Israel, ni hables contra la casa de Isaac. Por tanto, así ha dicho Jehová: Tu mujer será ramera en medio de la ciudad, y tus hijos y tus hijas caerán a espada, y tu tierra será repartida por suertes; y tú morirás en tierra inmunda, e Israel será llevado cautivo lejos de su tierra” (Am. 7: 16, 17). Ni Jeroboam ni Amasias oyeron a Amós. El profeta fue “apedreado”. Ellos fueron destruidos.

 

IV. Sedequías tuvo profeta. Se llamó Jeremías. “Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte” (Je. 21: 8). El profeta fue “apedreado”. La ciudad y el rey fueron destruidos.

 

Conclusión. Nunca apedree al profeta que Dios le envíe. Oírle lleva a la salvación, apedrearle lleva a la destrucción.



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