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martes, 23 de marzo de 2021

Siete razones de un científico para creer en Dios (I)

La probabilidad de la vida


Abraham Cressy Morrison (1864-1951), químico y escritor norteamericano, ex presidente de la Academia de las Ciencias en Nueva York, publicó en Reader’s Digest, en enero de 1948, un pequeño trabajo apologético, al que llamó: «Siete razones de un científico para creer en Dios». No calculó para entonces el impacto siguiente que tendría. Este trabajo hasta hoy es leído y usado desde todos los estrados en los que se defiende la legibilidad de Dios en la naturaleza. El Dr. Morrison, en la introducción a su artículo, explicó:

 

A pesar del tiempo transcurrido y los avances científicos llevados a cabo, todavía estamos en los albores de la ciencia, y cada nueva luz no hace sino iluminar de forma más brillante el trabajo de un Creador inteligente. En los 90 años que han pasado desde Darwin hemos hecho grandes descubrimientos; con un espíritu de ciencia humana y creencia basada en el conocimiento nos acercamos cada vez más cerca de ser conscientes de Dios. Yo cuento siete razones para mi creencia.

 

Estas son razones que él argumentó debían llevar a un científico serio a creer en Dios.

 

Primera razón

 

El Dr. Cressy Morrison propuso un experimento de cálculo probabilístico: diez monedas, marcadas del uno al diez, son colocadas y mezcladas en un bolsillo. A continuación, debe calcularse la probabilidad de que estas sean sacadas en orden numérico, del uno al diez. Matemáticamente la probabilidad de que se saque primero el número uno es una entre diez; que se saquen el uno y el dos seguidos, una de cada 100; que se saques el uno, el dos y el tres en esa secuencia, es de una de cada mil, y así sucesivamente. La probabilidad de que se extraigan todas las monedas en el orden propuesto, del uno al diez sería de una posibilidad entre diez mil millones.

 

Si esta se va a graficar para mejorar su comprensión, sería así:

  

1

1/10

1, 2

1/100

1, 2, 3

1/1000

1, 2, 3, 4

1/10 000

1, 2, 3, 4, 5

1/100 000

1, 2, 3, 4, 5, 6

1/1.000 000

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

1/10 000 000

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

1/100 000 000

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

1/1000 000 000

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

1/10 000 000 000

   

Siguiendo este cálculo, son tantas las condiciones necesarias para la vida en la tierra que esta no podrían existir desde la perspectiva de la casualidad. Citemos los ejemplos naturales que argumenta C. Morrison:

 

La Tierra gira sobre su eje a mil millas por hora; si lo hiciese a cien millas por hora, los días y las noches serían diez veces más largos de lo que son ahora. Si esto fuese así, el calor del sol quemaría toda la vegetación durante el día, mientras que en la larga noche las briznas que hubiesen logrado sobrevivir se congelarían indefectiblemente.

El sol, fuente de nuestra vida, tiene una temperatura de 5.000 grados Celsius. La tierra está a una distancia precisa para que ese «fuego eterno» caliente lo suficiente con suficiencia. Si este calor se redujera a la mitad, nos congelaríamos. Si creciera en un 50% nos asaríamos.

La inclinación de la tierra, en un ángulo de 23 grados, produce las estaciones. Si tal inclinación no tuviera lugar, los vapores del mar se desplazarían al norte y el sur, acumulando el hielo.

Si la luna estuviese a solo 50 mil millas de distancia, nuestras mareas serían tan grandes que dos veces al día todos los continentes quedarían sumergidos.

Si la corteza de la tierra fuera diez pies más gruesa, no habría oxígeno.

Si el océano fuera unos pies más profundo, el dióxido de carbono y el oxígeno habrían sido absorbidos. No existiría la vida vegetal.

Si la atmósfera fuese más delgada, los meteoritos, que se queman en el espacio con tanta frecuencia se impactarían la tierra, incendiándola por doquier (1) (2) (3).

 

Debido a los cálculos probabilísticos que tales cosas suponen no hay una posibilidad alguna de que la vida en nuestro planeta sea un accidente.

Si a tales consideraciones de C. Morrison sumamos los cálculos probabilísticos relacionados con el origen, concluiremos en que nunca el azar pudo crearla. La dificultad mayor para toda la concepción no creacionista del origen de la vida es que los microorganismos más sencillos son extraordinariamente complejos; esta es una verdad chocante y ha hecho suponer a los científicos que cuando se crearon o completaron las bacterias, el 99,9% de la bioquímica de las formas superiores de vida estaba descubierta ya. Existen dos mil enzimas que son fundamentales para toda forma de vida, aquella que va desde el microorganismo más simple hasta el hombre. Las enzimas son proteínas que aceleran las reacciones químicas, de manera que logran, en segundos, reacciones que, de otro modo, requerirían meses. Siendo las enzimas proteínas, están formadas por aminoácidos; estos aminoácidos ocupan en las enzimas posiciones casi invariables en general, pero existen veinte aminoácidos que deben ocupar unas veinte posiciones imprescindibles para un funcionamiento biológico adecuado; son los aminoácidos biológicamente más importantes. En este punto se unen la bioquímica y la matemática, porque es fácil calcular la probabilidad de conseguir esas asociaciones por combinaciones al azar. La cifra alcanzada desafía la imaginación de quien sea el más notable escritor de ciencia ficción, porque es de 1040 000. Esa es la probabilidad de que se logre al azar la combinación de aminoácidos imprescindibles para formar el “cuerpo” de las dos mil enzimas indispensables. El número de combinaciones requerido para encontrar la vida sobrepasa en muchas potencias de diez al de todos los átomos del universo.  Al concluir este análisis Nalin Chandra Wickramasinghe, en el momento de la publicación Profesor de Matemáticas Aplicadas y Astronomía en el University College de Cardiff, en Gales, Gran Bretaña y director del Instituto de Estudios Fundamentales de Sri Lanka, comentó: “Un huracán que soplara sobre los restos de un avión que hubiera estallado tiene mayores probabilidades de ensamblar las trizas de chatarra en un nuevo Boeing 747 que un proceso al azar de crear la vida combinando sus componentes” (4).


 

__________


 

Fuentes consultadas

 

(1) Abraham Cressy Morrison. Seven Reasons Why A Scientist Believes In GodWestwood, New Jersey, 1962.

(2) _____. Siete razones de un científico para creer en Dios. Trabajo de divulgación apologética de la Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba. Material de impresión ligera. 1986.

(3) Trueth Seeker. “Siete razones de un científico para creer en Dios”. https://es.truth-seeker.info/existe-dios/siete-razones-cientifico-creer-dios/ 18 de mayo de 2016. Accedido: 2o de febrero de 2021, 4: 18 pm.

(4) Nalin Chandra Wickramasinghe. “La vida vino del espacio”. Correo de la UNESCO. Francia.  Depósito legal, mayo de 1982, pp. 36-38).



2 comentarios:

  1. Magnífico artículo. Es una bendición contar con un material como éste, que confirma nuestra fe y sirve de respaldo para combatir a los que con argumentos erróneos pretenden negar el Evangelio. ¡Bravo!

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    1. Gracias, amigo. Mucho aprecio el tiempo que dedicó a leer. Me da alegría saber que le hizo bien. Reciba un abrazo. El Señor le bendiga.

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