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martes, 31 de enero de 2023

No le importó para nada la presencia de Dios

Caín, el primogénito de los hombres, mató a Abel. Dios le salió al encuentro: "Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra" (Gn. 4: 10-12).
¿Qué contestó Caín? ¿Qué le importó en aquel terrible minuto? ¿Qué dijo?: "Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará (Gn. 4: 13, 14). Dios le contestó: "...Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara (Gn. 4: 15). 
Solo le importó vivir él, y no le importó para nada la presencia de Dios, que se perdería de inmediato. Caín obtuvo un seguro de vida y perdió el bien más preciado que persona alguna puede tener en la tierra: la presencia de Dios. El Rey del cielo se iría. Ya no estaría caminando entre los hombres como lo estuvo en los tiempos de Adán, Abel y Caín. Tras aquel crimen se fue el Rey de los cielos de nosotros. Tendríamos que llamarle desde entonces "el Altísimo" (Sal. 18: 13). Estaría alto, muy alto; lejos, muy lejos.
Vendrá en teofanías. Vendrá en Su Hijo. Vendrá en Su Espíritu y es grandioso e inefable que así sea, pero como estaba en aquellos primigenios tiempos, caminando en el huerto, recibiendo las ofrendas, hablando con el hombre cara a cara, así no estuvo más.
Fue la pérdida más grande que tuvimos los hombres. La oración de Caín, de suyo egoísta fue, como todo lo que nació de su corazón, vana e incorrecta. En aquel momento tan crítico, la única oración correcta, la que debió hacer y no hizo era: "Señor, no te vayas...".
Desde entonces esa se convirtió en la lucha mayor de los hombres: atraer la presencia de Dios. Y esa es la principal división grupal que tiene la humanidad: de un lado los que luchan por alejar la presencia de Dios y de otro lado los que luchan por atraerla. Seguramente usted sabe en qué grupo está.


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