Segunda de Timoteo es el lugar de la Biblia donde más he leído. No puedo contar el número de veces que lo hice en la adolescencia. Su sentido de despedida es sobrecogedor. No hay tal vez, otra epístola donde mejor se exprese la grandeza de espíritu del apóstol Pablo.
En 1995 mi esposa trajo de Puerto Rico un ejemplar del Comentario bíblico de Henry H. Halley, 19na edición, cortesía de Judith Correa, hermana en la fe de las Asambleas de Dios en la ciudad de Camuy. Es un libro escrito con belleza, toda una joya de las publicaciones cristianas. Su prosa es elevada y fluida. Hace unos días leía sus comentarios a Segunda de Timoteo con el propósito de compendiar algunas ideas expositivas, pero la forma en que aparece escrita la evaluación final a la vida de Pablo no admite agrego. Allí se lee:
La nota de fe triunfante de Pablo en aquella hora oscura forma uno de los trozos más nobles de toda la Escritura. Se le ejecutaba por un delito de que no era culpable. Sus amigos le abandonaban, dejándole que padeciera solo. La causa por la cual había dado su vida, se veía amenazada en occidente por la persecución, y en oriente por la apostasía. Sin embargo, no hay ni el menor indicio de que le pesara haber entregado su vida al servicio de Cristo y de la Iglesia, ni intimación de duda de que la Iglesia, en aquel momento aparentemente derrotada, no triunfara al final. Tampoco hay la menor duda de que en el momento de ser quitada del cuerpo su cabeza, él iría directamente a los brazos de Aquel a quien con tanta devoción había amado y servido. Esta epístola es el grito triunfal de un conquistador moribundo (1).
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(1) Henry H. Halley. Compendio manual de la Biblia. 19na edición. Editorial Moody, p. 571.
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