La serpiente fue juzgada. Tenía culpa. ¿Cuál sería? Se regodeó con aquel espíritu extraño que entró a ella. Satanás en persona penetró en aquel ser creado perfecto, y el animal se sintió bien. Vea la reacción de un animal poseso de demonios; vea los cerdos de Gadara lanzándose desesperados al mar: "Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó" (Lc. 8: 33). La serpiente no hizo un algo así y fue juzgada: "Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Gn. 3: 14, 15).
Y sabemos que Dios es justo. Él juzga la culpa.
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