Pastorear sin haber pasado por un Instituto Bíblico es:
1. Es aceptar que los miembros que hayan cursado institutos bíblicos y maestrías tengan que «taparse los oídos» a cada rato y «aguantar la risa» una que otra vez, cada vez que escuchen anacronismos, descontextualizaciones, yerros y un largo etcétera. No espere misericordia de los miembros, porque no la tendrán.
2. Es una expresión de total irrespeto al ministerio magisterial de la organización en la que está, a la que le expresa, con su conducta, saber más que toda la ancianidad a la que Dios ordenó a fin de equipar bíblicamente a los que luego serán pastores y maestros.
3. Es ignorar que nuestros hermanos pastores de América Latina, el Caribe, Asia y África deben recorrer a pie, en bicicletas o autos deteriorados decenas de kilómetros en travesías riesgosas a fin de aprender y calificarse, a la par que otros en nuestro medio con un lujoso transporte climatizado que corre por autopistas seguras prefieren quedar en casa.
4. Es un mal ejemplo y un carecer de moral y autoridad espiritual en cuanto a exigir a alguien estudiar.
5. Es estar dispuesto a soportar la continua pregunta que le llegará desde todos los lugares donde lo inviten: «¿En qué Instituto estudió?». Es estar dispuesto a advertir el cambio de rostro del que interpela frente a la respuesta: «En ninguno». Es estar dispuesto a sufrir la cancelación de la invitación. ¿Ya le sucedió?
6. Es arriesgarse a ser confundido y a confundir por extensión a la grey bajo la influencia de los que sí estudiaron y tuercen las Escrituras en favor de herejías y corrupciones. Esos están cerca siempre, a veces dentro del rebaño.
7. Es no haber aprendido que, en la vida no basta con saber, es necesario acreditarse.
8. Es un acto de arrogancia infinita y una expresión de completa vanidad, absolutamente incompatible con el espíritu del Evangelio donde se ordena «id, y haced discípulos a todas las naciones» (Mt. 28: 19). Antes de hacerlos hay que serlo. Los doce lo fueron a los pies de Jesús.
Conclusiones
El que no está dispuesto a aprender no tiene derecho a enseñar.
«… Médico, cúrate a ti mismo…» (Lc. 4: 23).
«…saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt. 7: 5).
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