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lunes, 7 de noviembre de 2022

Ordenados al ministerio sin ministerio

Bajo la dirección de Jeroboam, Israel fue conducido al paganismo más desordenado. Él alejó al pueblo de Israel de Jerusalén. Con tal de evitar la subida de la gente al Templo erigió lugares altos de adoración en tierras de Bet-el y Dan. Construyó becerros de oro. Levantó y expandió la idolatría. Finalmente ordenó sacerdotes; a estos no les correspondía esa función: no eran de la tribu de Leví.

Por tales cosas Jeroboam recibió una fuerte reconvención profética con la señal del altar roto, la ceniza derramada y la mano seca y restaurada (I Re. 13). Con todo: «…volvió a hacer sacerdotes de los lugares altos de entre el pueblo, y a quien quería lo consagraba para que fuese de los sacerdotes de los lugares altos» (I Re. 12: 33 b, c).

Aquellos sacerdotes eran «ministros sin ministerio»; y afirma el versículo siguiente: «Y esto fue causa de pecado a la casa de Jeroboam, por lo cual fue cortada y raída de sobre la faz de la tierra» (I Re. 12: 34).

La historia se repite en el día a día: «ministros ordenados sin ministerio». Rectores de facultades e instituto bíblicos nacionales, que no han escrito siquiera un folletín de viaje, mientras enseñan que la Biblia no es la inspiración total verbal y plenaria de Dios. Maestros y pastores que hacen alianza con los peores abanderados de las tinieblas y les sirven como puentes de información contra sus hermanos, ante los que se levantan como ordenados representantes.

Jesús dijo: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mt. 7: 22, 23).

Hubo un tiempo en que la palabra «muchos» me escandalizaba. Ya no, ya no me escandaliza…



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