«Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo,
con tal que acabe mi carrera con gozo» (Hch. 20: 24). Así dijo Pablo a los ancianos de la Iglesia de Éfeso mientras estaba en Mileto.
«Acabar la carrera con gozo», qué palabras, qué expectativa. ¿Cuántos tendrán una meta así? Debíamos soñarla, porque debe de ser precioso un final así.
Solo el hijo de Dios puede aspirar a un cierre final con gozo. El mundo mira a la muerte como a un espectro tenebroso de rostro siniestro. Para los más es el fin de todo. Solo el cristiano sabe que la muerte es la puerta que nos conduce al único lugar donde tendremos paz eterna en la cercanía del Padre. Allí, en el remanso celestial, terminarán todas las agitaciones e inseguridades para siempre.
No viva sus minutos finales en la desesperación. Reciba hoy a Cristo como Salvador personal, y entre a la vida eterna que comenzaría hoy mismo, de modo que viva sin miedo a la muerte; y llegado ese minuto final en el que todos debemos un día estar, puedas despedirte de este mundo con gozo. Cristo murió por ti para que eso fuera posible.
Te regalo hoy ese pensamiento. Prepárate para ese día. Puedas, hermano y amigo, «acabar tu carrera con gozo». Así te bendiga el Señor.
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