Allí, en el Edén, nuestros primigenios padres, Adán y Eva, lo tenían todo. No les faltaba nada. Dios caminaba entre ellos. No tenía sentido hablar de presiones económicas, alimentarias, energéticas, textiles o climáticas. Dios estaba allí.
Fue en ese lugar donde tuvo ocasión la primera rebelión humana, esa que trastornó al mundo hasta hoy.
Si tuvo lugar allí, en el Paraíso, qué quedará para nuestras contaminadas ciudades, pueblos, aldeas y campos de hoy. Qué quedará para los estrados y las cámaras de los parlamentos y organizaciones mundiales.
Qué quedará.
Nada te asombre. Nada te aparte de la fe. Sigue adelante.
«… Levantaos, vamos de aquí» (Jn. 14: 31).
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