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domingo, 28 de agosto de 2022

La Biblia debía ser una asignatura en todos los programas de enseñanza

La Biblia debía ser una asignatura en todos los programas de enseñanza desde el inicio escolar hasta el egreso universitario. Una de las fundadoras de la congregación central de las Asambleas de Dios en La Habana, la jamaicana Gweneth Manahan (1903-1990), nos contaba a mi esposa y a mí que, en su país, durante toda su infancia, la Biblia fue una asignatura. Así debía de ser en todo el mundo. No hay herramienta que sustituya ese temprano sembrar de los valores esenciales de la vida como lo es la Palabra de Dios.
Mientras el mundo se desmorona las instituciones de enseñanza colocan la Biblia fuera de sus predios con el pretexto de la necesaria separación de la iglesia y el estado. Creen disponer de recursos formativos que moldeen con eficacia comparable el carácter y la voluntad de un joven en formación. Es un grave error. Dios no puede ser preterido. En Su Palabra colocó códigos morales y principios incomparables de vida sin los cuales nunca alcanzaremos la plenitud de vida necesaria para ser bendición a la sociedad. 
Retiran la Biblia de las escuelas y las colocan en las cárceles, esos lúgubres lugares a donde tantos no irían si hubiesen tenido la Palabra de Dios en las escuelas. No amigo, la Biblia no tiene sustituto, especialmente en los momentos tempranos de la vida. Lucha para colocarla ante tus hijos en el estrado central del hogar y, cuando llegue esa edad en que lo único que deseas es paz, no tendrás que ir a cortes judiciales o a centros de reclusión a donde van a parar tantos hijos que crecieron sin biblias. 
«¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra» (Sal. 119: 9)
«Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino» (Sal. 119: 105).    


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