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miércoles, 24 de agosto de 2022

Dos caminos para dos traiciones

Dos traiciones. Dos negaciones. Dos olvidos totales de lo que Jesús significó. Dos modos en que se borra súbitamente de la memoria la Obra del Maestro: Judas Iscariote y Pedro, hijo de Jonás. 
Uno se irá para siempre. El otro regresará. Tras caer se enrumbaron por caminos muy diferentes: Judas fue al infierno; Pedro, al cielo. 
Todas las negaciones y traiciones al Señor tienen sus propias historias. Ellas explican mucho de lo que ocurrirá después. Judas es la traición premeditada y la malicia sostenida. Sus cálculos se rumiaron por meses, alimentándose con odios y robos. El mal fue repensado y con mente consulta llevado adelante. Pedro es el miedo vuelto pánico, la tiniebla abrazadora, súbita y desconocida. Está dispuesto a morir, pero aquel inesperada oscuridad le asusta. La suya es la experiencia de un terror extraño. No lo supo manejar.
El camino de Judas lleva a un mundo sin esperanzas. Muchos en la historia saben que Dios existe y que su iglesia no se debe tocar en el insano propósito de destruir. Aun así, corren donde están los representantes de las tinieblas. Con ellos se conjuran y en la vida de sus hermanos entregan al Santo de Israel: «...a mí lo hicisteis» (Mt. 25: 40). 
Es el camino de Judas, y es de muerte.
«Buena le fuera a ese hombre no haber nacido» (Mt. 26: 24c).
El camino de Pedro lleva de regreso a Cristo. Tras el disipar de las tinieblas resplandece inusitada la Luz. Fue solo una nube. Se oscureció temporal el sol. Nada más. 
Es el camino de Pedro, y es de vida.
«Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc. 22: 31, 32).


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