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jueves, 24 de marzo de 2022

Y allí te haré oír

Dios dijo al profeta Jeremías: "Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras" (Jer. 18: 2). Parece que, a veces, Dios nos envía a ciertos lugares para hablarnos: "Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel" (Jer. 18: 4-6).
La imagen era sugerente. Israel sería en breve destruida. Setenta años de duro destierro seguirían tras los cuales sería rehecha la nación. Nunca más volverían a la idolatría. 
Es curioso. Pudo ser un sueño, o una visión, pero no lo fue. Dios ordenó al profeta descender a aquel taller. Le hablaría allí. A lugares raros nos lleva el Señor, cuando el mensaje es grande; somos empujados a hospitales, cortes penales, páramos yermos, tierras extrañas. Otro veces esos lugares vienen a ser estados de vida: privaciones, pobrezas, lejanías, soledades... 
Luchábamos para no ir, porque implicaba descender: "Y descendí a casa del alfarero..." (Jer. 18: 3a), pero el mensaje era muy grande, y donde estábamos no lo podíamos recibir. 
Profeta del Dios altísimo: cuando seas llamado por Dios no luches para no ir. Su orden es: "Levántate", "desciende", y allí te haré oír mis palabras".


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