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jueves, 31 de marzo de 2022

¿A quién le doy el trabajo, al que tiene la necesidad económica o al que tiene el don?

Cuando imparto la asignatura «eclesiología» en los institutos bíblicos, advierto cierta desorientación cuando hago la pregunta: «¿A quién le doy el trabajo, al que tiene la necesidad económica o al que tiene el don?». La respuesta depende del ámbito en que deba decidirse el asunto. Si es en el mundo, Robin Williams nos dejó un gran ejemplo: en el contexto de cada filmación que hacía solicitaba a la compañía productora que contratara a no menos de diez vagabundos a fin de darles trabajo. Se sabe que en toda su carrera ayudó a cerca de 1.520 personas sin trabajo ni hogar. Eso está bien. La iglesia, pese a que parezca extraño afirmarlo, no funciona así. En el diseño de lo que la Biblia llama el Cuerpo de Cristo en la tierra el trabajo lo hace el que tiene el don.

Si de diaconado se trata: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hch. 6: 3). Los requisitos para servir a las mesas, no tenían que ver con la economía de los que lo harían sino con el equipamiento espiritual que les capacitaría para hacerlo.

El capítulo 12 de Romanos, versículos 4 al 8, es suficientemente claro acerca de esto:

 

Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. 

 

Como se lee en esas palabras «servir», cuando de la iglesia se trata, tiene que ver con un don del cielo, una gracia que viene de lo alto, y que ha sido puesta por el Espíritu para darle orden y funcionalidad a la grey.

El Arca del pacto la transportaban no los más fuertes o necesitados de sostén, sino aquellos comisionados por Dios para hacerlo: “En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su nombre, hasta hoy” (Dt. 10: 8).

No se trata con esto de seguir una disposición arbitraria o ceremonial. Es que no seguir el orden de Dios trae consecuencias. Se reflejan en las palabras de David:

 

Y llamó David a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaías, Joel, Semaías, Eliel y Aminadab, y les dijo: Vosotros que sois los principales padres de las familias de los levitas, santificaos, vosotros y vuestros hermanos, y pasad el arca de Jehová Dios de Israel al lugar que le he preparado; pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza. Así los sacerdotes y los levitas se santificaron para traer el arca de Jehová Dios de Israel. Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros en las barras, como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra de Jehová (I Cr. 15: 11-15).

 

Cristianos idóneos, dotados y llamados por Dios deben de realizar las cotidianidades de la iglesia: limpieza del templo, recogida y lavado de cortinas y tapetes, limpieza de los ventiladores y medios de audio, o compra y movimiento de los elementos de la Santa Cena. Claro que puede dársele un apoyo económico según la dirección de la iglesia lo entienda, pero la elección de los que harán tales funciones jamás se hará en la Obra de Dios basados en la existencia de hermanos necesitados a los que se busca suplir de alguna finanza al tiempo que sirven. Eso no es correcto, puede desagradar al Señor, y en ocasiones apagar al Espíritu si la tal persona quebranta la santidad de Dios.

El trabajo en la iglesia no se le da al que tiene la necesidad económica sino al que tiene el don. Eso es lo bíblico.



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