Es una paradoja. Se supone que tener enemigos es lo que menos se desea en este mundo. El poeta pone, sin embargo, la atención en lo que puede estar reflejando la ausencia de estos molestos seres en la vida. Muchos atribuyen a José Martí esta esquela que tiene cierta cadencia poética, pero no aparece rastro de ella en sus Obras Completas ni en la moderna revisión de sus publicaciones para la Edición Crítica. Los estudiosos aseguran que fue, definitivamente, la pluma del escritor español Baltasar Gracián (1601-1658), la que nos legó tan notable percepción del asunto. Así lo definió, con no poca maestría:
Triste cosa es no tener amigos,
pero más triste es no tener enemigos,
porque quien enemigos no tenga,
es señal de que no tiene:
ni talento que haga sombra,
ni bienes que se le codicien,
ni carácter que impresione,
ni valor temido,
ni honra de la que se murmure,
ni ninguna cosa buena que se le envidie (1).
Tres mil años antes lo había descrito en su experiencia el hombre más sabio de la tierra, aquel lejano Salomón, sobre quien estuvo la corona real en Jerusalén. Él escribió: "He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu" (Ec. 4: 4).
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(1) Portal José Martí. “Lo que Martí no dijo”. http://www.josemarti.cu/lo-que-marti-no-dijo/ Accedido: 5 de marzo de 2022, 12:01 p.m.
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