Los templos cristianos son bienes comunitarios de los que puede disfrutar la vecindad. Pertenecen a la barriada en que están, y son recursos valiosos para que el drogadicto, el brujo y la persona perdida en general, con tanto potencial destructivo, se vea transformada al responder al llamado de salvación y vida eterna.
Evalúe la vida de los miembros de la iglesia; los más de ellos fueron personas de repulsiva precedencia, ladrones miserables, destructores de hogares, alcohólicos agresivos, estafadores, gente de la más baja catadura moral. No los cambió la sociedad; los programas de reclusión carcelaria con sus políticas de rehabilitación hicieron de ellos personas peores. Fracasó el mundo en el intento de reeducarlos. Cambiar una persona que llegó a extremos es obra del Espíritu Santo.
Multiplíquense los templos y mermarán los manicomios, las cárceles y los sidatorios.
Crezcan los lugares de culto al Señor Jesús y crecerán el amor, la honradez y la integridad.
Crezca el evangelio y crecerá la vida.
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