Si pusiste tu Biblia en un rincón el día que viste el desprecio de los que te rodeaban, desprecio con que se preciaron a sí mismos; si te alejaste de la iglesia ante la total indiferencia de los indiferentes; si dependiste de alguien para que se sostuviera tu fe; entonces no conociste el evangelio.
Si tienes una relación trascendental con Cristo, que se sostiene más allá de los desequilibrios destructivos de las denominaciones, los falsos líderes, los malos ejemplos; si perseveraste entre quiebras profundas, pérdidas y decepciones; si vas más allá de las dependencias grupales, las llamadas telefónicas, las visitas. Si pese a todo sobrevivió incólume tu fe, entonces has conocido el evangelio.
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