Juzgaremos al mundo. Así escribe Pablo a los corintios a modo de reproche al verles renuentes a juzgar los asuntos internos de la iglesia: "¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?" (I Co. 6: 2).
Es asombroso siquiera pensarlo: juzgaremos al mundo. ¿Cómo? No lo sabemos, pero así será. El mundo nos condenó mil veces. En esta vida fuimos injuriados, expropiados, ninguneados, silenciados y escarnecidos. Del otro lado, descorridos los velos de la eternidad, juzgaremos a los que eso hicieron. Qué sorpresa tan poco grata recibirán esos enfermizos ateos cuando se vean en la condición de reos, en una corte, donde el juzgado te tiene entre sus miembros. Qué cara de pavor el que se les despertará ese día. Qué rubor de rostro, qué apagar de lo que fue la altanera mirada.
Temblará incontrolablemente Nerón cuando vea a Pablo en el tribunal que le juzgue; temblará Herodes cuando advierta a Juan el Bautista; temblarán Pilato y Caifás en ese día. Ellos verán al Señor...
Puede darte trabajo entenderlo, pero así aparece en la Biblia: "juzgaremos al mundo". Si no lograras asimilarlo porque te llegara a parecer demasiado grande para el entendimiento presente de las cosas, prepárate para leer el versículo siguiente: "¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (I Co. 6: 3).
No solo juzgarás al mundo, también juzgarás a los ángeles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.