Fue inmenso el exilio judío y la dispersión del siglo VI a. C. Muchos emigraron forzosamente a Babilonia. Otra buena comunidad se fue a Egipto. Todo el mundo en derredor les acogió. Es así que, tras el cumplimiento de la profecía de Jeremías de los setenta años, ya con el decreto de Ciro, se decide el reintegro judío a la tierra, y viene el llamado, pero... ¿cuántos regresarán? Se sabe que una proporción muy pequeña lo hizo. Eran, sin embargo, los mejores. ¿Cómo saberlo? Es sencillo: Israel nunca más volvió a la idolatría. Regresaron los que aprendieron en aquel duro exilio.
El resto de la nación prefirió la comodidad del nuevo asentamiento. Como pudieron se las arreglaron e instalaron. Se enculturaron al politeísmo babilonio y luego medo-persa. Se diluyeron en un mar de disgregación social.
Regresó el pequeño grupo pío. Ese regresó. Con Zorobabel reconstruyeron el Templo. Con Esdras incorporaron la Ley. Con Nehemías levantaron el muro. Hizo historia aquel minúsculo reducto. Hizo historia.
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