No son palabras mías. No tendrían ningún valor. Son palabras del apóstol Juan. Tienen un gran valor. El discípulo amado escribió: “…el mundo entero está bajo el maligno” (I Jn. 5: 19). Son palabras enviadas a las florecientes comunidades cristianas de Asia Menor. Preocupa lo lejanas que se sienten de la concepción teológica moderna en el evangelio triunfalista de la “Superfe”. “Cuba para Cristo”, “Argentina para Cristo”, “Costa Rica para Cristo”. Tras la consumación de los hechos escatológicos un día será así. El séptimo ángel tocará la trompeta, y se oirán voces que dirán: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11: 15b). Así será. No serán Cuba, Argentina o Costa Rica; será el mundo entero. Sucederá en aquel día, pero este no es ese momento todavía por venir.
“…El mundo entero está bajo el maligno”. Cuesta trabajo siquiera pensarlo. Es deprimente llegar a entenderlo, pero es así: la sociedad, con su cultura y ética; sus medios de expresión: prensa, cine, radio, espacios en línea; sus modas, costumbres y discursos filosóficos; sus universidades, facultades e institutos; todo está bajo el maligno.
El mundo está perdido. Cristo es la única y final esperanza de cada uno de nosotros. Huye como José (Ge. 39: 12). Escapa como Lot (Ge. 19: 17). Cerciórate de estar al pie de la cruz como lo estuvo el apóstol Juan (Jn. 19: 26).
¿Un mundo mejor es posible, como versan los políticos? No. Un futuro mejor no es posible, porque “…el mundo entero está bajo el maligno”.
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