Se ha atribuido a una diversidad de autores que van desde San Juan de la Cruz hasta Santa Teresa. No existiendo pruebas convincentes actualmente se considera anónimo. Data de la segunda mitad del siglo XVI. Es una joya indiscutible de la lengua española. Toda antología que se respete la contiene, desde que el celebérrimo Marcelino Menéndez Pelayo la incluyera en su publicación: Cien mejores poesías de la lengua castellana (1), (2).
Anónimo
No me mueve, mi Dios, para quererte
El cielo que me tienes prometido,
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor. Muéveme el verte
Clavado en una cruz y escarnecido;
Muéveme ver tu cuerpo tan herido;
Muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
Que aunque no hubiera cielo, yo te amara.
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
Pues aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.
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(1) Marcelino Menéndez Pelayo. Cien mejores poesías de la lengua castellana. https://wpd.ugr.es/~agamizv/wp-content/uploads/Menendez-Y-Pelayo-Marcelino-Las-Cien-Mejores-Poesias-liricas-De-La-Lengua-Castellana-1910.pdf Registrado como poema No. 23. Anónimo.
(2) Fr. Ángel Martín. Directorio franciscano. “La oración de cada día”. “No me mueve mi Dios para quererte…” https://www.franciscanos.org/oracion/nomemueve.html.
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