Translate

martes, 14 de enero de 2020

Nunca compare al Incomparable

Fue el error de Pedro. Él subió con el Señor a lo que muchos creen eran los picos nevados del Hermón. La escena se desenvuelve seis meses antes de la crucifixión. Participan con Pedro, los apóstoles Juan y Santiago. La súbita visión que tiene lugar es sobrecogedora: el rostro de Jesús cambia, sus ropas resplandecen, y una aureola de gloria le circunda. Irrumpen en la escena Moisés y Elías. El primero es la figura cimera en la historia de Israel, el más alto heraldo de la Ley judía; el segundo está allí como incomparable “profeta de fuego”. Pedro, sin saber lo que decía, habla a Jesús: “Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías” (Lc. 9:33b).
Es la viciada costumbre de comparar, siempre es mala, y especialmente incorrecta cuando lo que se compara es Incomparable. Pedro coloca al Señor en el mismo nivel de Moisés y Elías al usar su turbada escala de valores. “Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: ‘Este es mi Hijo amado; a él oíd’”.  La voz del Padre puso las cosas en su correcta perspectiva: “Este [y no otro] es mi Hijo amado”. Tales palabras no pueden ser entendidas sino como una vindicación, como una gran corrección.
Para muchos Cristo es un profeta más, a la par de los muchos que han enarbolado, en las arenas del tiempo, una bandera de revelación, progreso y amor. El macroecumenismo contemporáneo quiere sentar en una misma mesa a Mahoma, a Buda y al Señor Jesús. Es Cristo visto como un hombre bueno, a la par de Gandi; un hombre sabio, a la par de Sócrates; uno, uno más…
A un tiempo se pugna para colocar, en un mismo nivel, evangelio y psicología; culto de la iglesia y reunión social; danza santa con baile desenfrenado; adoración sublime entre himnos históricos, con coros vacíos de mensaje, entonados bajo música estridente que nace de almas no comprometidas sino con el éxito y la sensualidad.
Confundidos por la paradoja del Eterno en el tiempo, usted puede perder, como Pedro, un pensamiento que debe estar claro como la luz del sol que brilló hoy, y es que Cristo está más allá de todo. Su inmanencia nada resta a su absoluta trascendencia.
Cuide siempre la posición que le da en su escala de valores, y nunca, nunca, nunca compare al Incomparable.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Su comentario a este artículo se recibe con respeto y gratitud.