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sábado, 18 de enero de 2020

Nunca es tarde para una experiencia sacudidora

hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo (Jn. 5: 2-9)
  

Queda poco por hacer cuando se ha sufrido por treinta y ocho años el mismo mal. Tal es la percepción humana. Sí que es grande el poder aletargador de la costumbre, y el común de los humanos acepta como destino un mal que se prolonga en el tiempo.
El hombre de esta historia nos representa. Acumulaba cuatro décadas de penosa postración. Vivía resignado a ver llegar primero, a las aguas del estanque de Betesda, a otros más capaces, cuando la agitación de la superficie anunciaba la supuesta llegada de un ángel que sanaría solo a uno…
Hoy la vida es más compleja, y el número de áreas a paralizarse creció. Salud, solvencia, aceptación, calificación, por muchos caminos puede dormirse un lado de la vida, mientras nos sentamos a esperar si acaso llegará el ángel… Tal vez, como nadie, Bob Marley lo describió, cuando dijo: “Nos pasamos la vida esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida” (1).
Parece tarde. El sentido de lo agotado es humano, y lo primero que debe aprender la persona que oye el llamado de Jesús tiene que ver con el hecho de que nunca es tarde para una experiencia sacudidora. Aquel paralítico lo aprendió. Él dio explicaciones a Jesús que justificaban su penosa condición, y lo menos que esperaba era escuchar por respuesta tales palabras: “Levántate, toma tu lecho, y anda” (Jn. 5:8). Tendría lugar un minuto de suspenso en que aquel desdichado sintió llegar la sensibilidad a aquellas extremidades inútiles, el trofismo a sus músculos secos, la vida toda a aquellas piernas arreflécticas que, con una inusitada memoria motora, que parecía perdida para siempre, le pudieron en pie, después de treinta y ocho años, delante de todos.
Hoy día, ese paralítico que, a la orden de Jesús, se puso en pie, es un mensajero para nosotros, y trae, alto y claro, un mensaje que debes oír: “nunca es tarde para una experiencia sacudidora”.


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(1) A24.com. #Música. Artículo: “¿Cómo murió Bob Marley?” https://www.a24.com/actualidad/como-murio-bob-marley-27122019_ryekbsXyL Accedido el 16 de enero de 2020, 8:55 PM.


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