Estar sentado frente al Templete de La Habana Vieja siempre fue una experiencia que me trajo cierto grado de añoranza; allí estuve mil veces, más que todo, de joven, en mis andanzas por la parte vieja de la ciudad. Ese es el lugar exacto en que se fundó La Habana, el punto cero de la capital. Ir allí llevaba a imaginar a los primitivos colonos orando y dedicando la gran villa, epicentro futuro de tantos ensueños.
En 1754 Francisco Cagigal de la Vega, Gobernador General de la Isla, mandó derribar la ceiba original despertando la cólera de los lugareños; en su lugar levantó una columna conmemorativa, con la que calmó un poco los ánimos.
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