Me presentaron el ateísmo como una virtud ciudadana, y no lo es. El ateísmo es un monstruoso desaprendizaje de algo que nace con nosotros: el sentimiento de Dios. En el intento social y educacional de quitarlo del alma deforman la naturaleza interior del ser humano y la destruyen.
Una cosa aprendí en aquellos décadas de ateísmo cubano: las personas sin Dios trabajan sin amor; transmiten una sensación de insatisfacción y fracaso interior en todo lo que hacen; sus transcripciones están llenas de erratas; las atenciones que dan al prójimo se saturan de asperezas; viven amargadas y todo lo impregnan de una gran frustración.
No, el ateísmo no es una virtud; es la raíz misma de todas las desgracias y el camino más directo para construir un infierno en la tierra.
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